Sus compañeros lo conocen como “Chatrán”; los pasajeros le dicen “chofer”; pero para mí, Alejandro Quevedo, es mi papá y una de las personas que más me inspiran a la hora de hablar de la palabra “vocación”. En el día del colectivero, resulta fascinante hacerle una entrevista para contar su historia, que es un ejemplo de sacrificio y servicio a lo largo de 32 años de trabajo.
¿Qué es lo que te llevó a ser chofer?
“Cuando era niño viajaba desde Córdoba a José de la Quintana en la empresa COLTA y siempre le decía a mi mamá que algún día iba a ser chofer de esa empresa. Ese era mi sueño. De joven estudié en el IPEF y trabajé con el taxi de mi papá. Pasó el tiempo y a los 22 años empecé a trabajar en el taller mecánico de la empresa de colectivos TUS. Así arrancó todo”.
¿Cómo empezaste a manejar?
“Mi compañero de la TUS, Juan Nievas, me enseñó a manejar y después pedí que me dejaran ser chofer. Como no me dejaron, entré a trabajar de colectivero en la empresa COTAP, de Carlos Paz, por unos meses. Terminado el verano se me terminó el contrato y en junio empecé a trabajar en la COLTA, que había sido mi sueño. Ahí, como trabajábamos chofer y guarda, mi compañero me enseñó un montón de habilidades: cómo manejar en Las Sierras de Córdoba y lo que significaba ser un conductor”.
¿Qué crees que significa ser colectivero?
“Ser colectivero implica ir aprendiendo día a día como transportar a la gente y que las personas se sientan lo más cómodas posible, además de brindarles seguridad y puntualidad. Para mí es muy importante ser amable con los pasajeros y creo que el chofer tiene mucha responsabilidad, porque hay que tratar de llevarlos sanos al destino, más allá de las condiciones climáticas. En mi caso, lo principal siempre fue cumplir mi sueño de poder manejar un colectivo y percibir mi mensualidad. Siento que es mi vocación”.
¿Hace cuánto sos colectivero? ¿En cuántas empresas trabajaste?
“Ya hace 32 años que soy colectivero. En total, a lo largo de los años, trabajé en 8 empresas de Córdoba. Hice corta, media y larga distancia. En muchos casos, las empresas en las que trabajaba caducaban y otras las absorbían, por lo que he estado en distintas empresas con los mismos compañeros (y amigos) durante 21 años”.
¿Qué es lo positivo y negativo de ser chofer?
“A nivel profesional, lo positivo es que cuando la gente llega a destino, te saluda y agradece por el buen viaje que ha tenido. Lo negativo es que cuando se rompe la unidad, hay que aguantar la impaciencia y el mal carácter de las personas. A nivel personal, lo positivo es que pude cumplir mi sueño y superarme día a día a nivel de conductor. Y lo negativo, es que nunca podés ver crecer a tus hijos, te perdés cosas como nacimientos, cumpleaños o actos escolares”.
¿Recordás alguna anécdota graciosa en el colectivo?
“Una que me acuerdo es cuando llegué a un lugar cercano a Córdoba en horario nocturno, era invierno. Un pasajero se acercó y ascendió a la unidad. Traía un niño en brazos tapado con el sobretodo. Me preguntó cuánto salía el boleto. Yo le pregunté ‘¿Cuántos boletos?’ y él me respondió ‘uno solo porque mi hijo es menor’. Al darse cuenta que no le alcanzaba el dinero que traía en la mano y no podía sacarlo del bolsillo, le dijo al niño ‘bajá hijo que no puedo sacar la plata’. Cuando se pone de pie el niño, veo que era grande y tenía como 11 años. Estaba intentando pasar sin pagar el boleto (risas)”.
¿Qué frutos te dio este trabajo tras tantos años de estar manejando?
“Lo más importante es que pude hacer estudiar a mis hijos: hoy 2 son profesionales, otra está en la universidad y mi hijo está trabajando con el camión que pude comprar también como fruto de mi trabajo. También tengo mi casa propia y mi auto, que para mí es un gran logro”.