Por: Padre Marco Bustos (Parroquia Santa Inés de B° La France)
Vos podés encontrar tu propia manera de expresarlo. Yo te comparto la mía: “¡La p… que vale la pena estar vivo!” Cada año vivido parece que pasa más rápido. El ritmo cotidiano te sumerge en una intensidad que no da lugar a rezagados. La cultura, cada vez con mayor énfasis, te deja poco margen para perder.
Toneladas de experiencias emergen de la historia humana. Corresponden a las vidas de los habitantes de nuestra casa común; y cada uno parece esconder un propósito: ganar el gran juego. Un pequeño movimiento en falso y quedás “fuera”*. “¡Mirá que te cómo, hermano!”* parece decirte el mundo (a cada paso).
Si por un momento pudiéramos frenar, encontrarnos, mirarnos, escucharnos, escapar de la trituradora que nos engulle. Tal vez necesitamos reconocer que “nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad” (FT 33)*. Hacer una pausa y contemplar la vida: la tuya, la de tus hijos, tus vecinos, tu esposo, la de la abuela, la del conocido o no tanto… Una pausa para restaurar las conexiones reales, esas que no necesitan internet sino intercambio de miradas y un tiempo para responder a la sencilla pregunta “¿Cómo estás?” sin pretender zafar con la respuesta fácil: “Todo bien”.
Podés seguir corriendo. Podés parar y permanecer estático con el simple objetivo de no ser eliminado. O podés detenerte a dar gracias por tu existencia, por la de los que ya no están, por la de los que aún la pelean cada día. Provocar el encuentro con el fin de abrir el corazón y conversar puede ser un buen ejercicio para una pausa inteligente. Realizar una alto en el camino, mirarnos con empatía. Encuentro de familia, de amigos, de compañeros de trabajo, de estudio; encuentro de los que caminamos en la vida.
Tal vez tu vida está diciendo que se acaba el año sin decir que se acaba el año. Tu rostro, tus fuerzas, tus aciertos, tus errores, tus lágrimas, tus alegrías, tus celebraciones, tu voluntad de continuar intentándolo; el perdón ofrecido o recibido, esa deuda que queda por saldar o el objetivo cumplido. Y con todo decir ¡Gracias! Y desde la gratitud animarnos a una nueva manera de vivir. Un estilo más humano, un modo que tome distancia de la fiebre consumista y nos permita reconstruir la cultura del encuentro.
La pandemia nos paralizó y, en muchos casos, nos obligó a detenernos. Tal vez este sea uno de los aprendizajes que necesitamos conservar del tiempo que vivimos. El alcance global de la situación sanitaria también nos ayuda a darnos cuenta que en esta barca de la humanidad vamos todos juntos. ¿Y si pudiéramos elegir detenernos, hacer una pausa existencial, compartirla con alguien, ofrecerla o recibirla; en fin, ¿provocarla? Y de ese modo recuperar aquello que vuelve a hacernos gritar: ¡Vale la pena estar vivos!
* El Juego del Calamar
* Dibu Martinez a Yerry Mina
* FT: Fratelli Tutti, Papa Francisco