Por Casandra Quevedo
Cuando en octubre 2009 le diagnosticaron a Federico Gigena su hipoacusia profunda bilateral, tenía tan solo 1 año y 7 meses. Si bien esto fue un balde de agua fria para toda su familia, nunca bajaron los brazos y buscaron darle lo mejor en cada momento. Quizás surgió a partir de eso una de sus mejores características: la creencia de que no hay imposibilidades ni limitaciones a la hora de seguir una pasión.
A esa enseñanza, el adolescente que ahora tiene 13 años, la sacó de Emilse (su mamá), que en el año 2010 decidió que era momento de realizarle su primer implante. Muy emocionada, aún recuerda aquél momento en que encendieron el aparato y vieron su carita al escuchar por primera vez.
Un legado familiar
Desde su dignostico hasta la actualidad, Fede realiza un tratamiento con fonaudióloga, maestra de apoyo y psicóloga. En cuanto al fútbol, cuando juega usa una vincha para sostener sus “procesadores”, así a la hora de correr no se caen. Quizás el único obstáculo es que en los días que más transpira, los aparatos se le humedecen y los tenga que poner más tiempo en el desumificador, dejando de escuchar por unas horas.
Pero nada lo frena cuando se trata de su espíritu futbolero: lo heredó de su abuelo “Dudi” y de su hermana mayor Annita, ambos súper hinchas de la “Gloria”. Justamente fue ella quién lo incentivó para comenzar a entrenar en las inferiores de Instituto y lo acercó al Club. Hace dos años Anitta falleció y lejos de alejarse del fútbol, Fede quiso continuar su legado: “Quiero volver a entrenar al club”, le dijo a su mamá.
Instituto, su segunda casa
Antes de ir a Instituto, el adolescente había jugado en Huracán de La France (a los 5 años), en el Colegio Juvenilia donde hizo la primaria y en la Escuelita del barrio “La JP”. Pero sin dudas, él siente al Club albirrojo como su “segunda casa”, porque fue el lugar que le abrió las puertas y lo acogió.
“Más allá de que seamos hinchas de Instituto, en La Agustina (donde entrena su división) siempre lo han tratado muy bien, sin diferencias de ningún tipo, tanto los profes como sus compañeros de categoria y los más chicos. Él nunca me pidio dejar de ir, al contrario, en el momento más triste que nos tocó vivir como familia me pidió volver a entrenar y lo contuvieron mucho”, expresó Emilse.
Ahora, que con la apertura de algunas actividades pusieron volver a entrenar, Fede quiso hacer el cambio de dejar de jugar como arquero (posición que había desempeñado todos estos años en la cancha), para probarse como mediocampista. Entre risas, su mamá dijo: “Ahora que volvieron vamos a ver dónde se siente más cómodo”.
Un sueño sin límites
Si bien este cambio es propio de la edad en este deporte, si hay algo de lo que no duda Federico es que quiere llegar a la primera de Instituto y viajar a Europa. Ese es su sueño a cumplir y un gran ejemplo de su parte para otros chicos: “Anímense, todo se puede lograr con esfuerzo y sin ponerse limitaciones”, dio como consejo el jugador.
Su mamá, mientras tanto, quiso dejar como mensaje la importancia de que los padres acompañen a los chicos dejándolos que elijan su pasión: “A Fede lo vamos a seguir acompañando, porque el fútbol es lo que más ama. Si fuera por él, jugaria las 24 horas del dia. Y si más adelante cambia de parecer, tambien ahí vamos a estar”.