“Sufrí el síndrome de la cabeza quemada y eso me provocó un cambio muy grande”

Valentina García vive en B° Poeta Lugones. A sus 15 años de edad, descubrió que la escritura es un poderoso “cable a tierra” para exteriorizar muchas de sus ideas, pensamientos y sentimientos. Su interés por explorar y experimentar el mundo narrativo, se despertó tras haber vivido un año 2019 que la marcó intensamente; pero aún las experiencias más complejas, pueden ser superadas… “Vale” nos lo cuenta en primera persona.

Mi trayectoria escolar, realizada en el Instituto Amparo de María, desde mis 4 años hasta el día de la fecha, gracias a Dios, fue exitosa y fructífera, permitiéndome concluir cada año con muy buenas calificaciones, pero también imprimiendo sobre mí mucha exigencia.

El 2019, para mí, fue un año complicado, pero de mucho aprendizaje personal. Durante este periodo tuve un burnout, el “síndrome de la cabeza quemada”, donde experimenté un extremado desgaste biopsicosocial, en el cual sentía una diso­ciación de mi mente y cuerpo. Me encon­traba fuera de mí, manifestando excesivo dolor de cabeza, ataques de pánico, angustia, tristeza, miedos, insomnio… no lograba comprender lo que me decían, demostrando una amnesia temporaria, apatía, desorden alimenticio -provocán­dome una anorexia nerviosa- y pérdida excesiva de peso, a pesar de que me alimentaba bien. A razón de esto, mi ciclo lectivo se vio afectado e interrumpido en la segunda semana del inicio de clases, hasta después del receso invernal de este mismo año, donde comencé un tratamien­to con muchísimos especialistas y realiza­ción de estudios médicos, para descubrir la causa a lo que sentía y me pasaba.

Todo lo que me pasó jamás imaginé vivirlo y mucho menos lograr salir adelante, pero gracias a la ayuda de los profesionales y el apoyo incondicional de mi familia y ami­gos, logré superarlo.

Todo pasa…

Esto fue un “alto” en mi vida, donde mi mente dijo basta, mi cuerpo hablo por mí… necesitaba hacer ese alto en el camino, detenerme y mirar que era lo que me hacía bien y qué no. Preguntarme si lo que realizaba, realmente me hacía feliz. Lo que me pasó provocó un cambio muy grande en mí; comencé a ver la vida desde otra perspectiva y a disfrutarla. Aprendí a mirarme, reconocer qué me pasa cuando estoy bien y cuando no tan bien. Descubrí qué es lo que realmente me hace feliz. Conocí a gente nueva, aprendí a ponerle un límite a lo que me hace mal, me enfren­té a nuevas experiencias y entendí que mi vida no es un número o una nota, que no ronda solamente en el estudio, ni en tener las mejores calificaciones siempre, es mucho más que eso.

Hay una frase con la cual me identifico que es: “Todo pasa”, porque creo que las cosas pasan de suceder y uno, mientras está en esa situación, cree imposible salir de eso, pero en algún momento pasa, se acaba… nada es para siempre.

“A través del papel y la escritura, logro expresar lo que siento, lo que vivo, o simplemente lo que me nace”

Escribiendo una nueva historia

Comencé a escribir luego de pasar por esta situación, es como si se hubiera abierto una ventana hacia este nuevo mundo. A través del papel, logro expresar lo que siento, lo que vivo, o simplemente lo que me nace en el momento. A veces me baso en películas, en la cotidianidad o en relación con todo lo que me pasó.

Escribir me transmite paz, tranquilidad, permite que me olvide por un ratito de mis preocupaciones y responsabilidades. En ese tiempo, me conecto solo conmigo, me desconecto del mundo externo. En cuanto a la lectura, me gusta leer libros de autoayuda y superación personal. En fin, aprendí que nada es para siempre… que ninguna tormenta es eterna.