Por: Lic. Javier Alday
La historia familiar, en relación al piano, se remonta a tres generaciones familiares, ¿No?
Sí. Mi bisabuelo André, llegó a Argentina en la década de 1880, desde Bélgica, convocado por el gobierno nacional junto a otros tantos maestros europeos. Él era profesor de piano y órgano de tubo y fue asignado a Córdoba para que de clases en el Conservatorio Provincial de Música. Además de ser compositor, también tenía muchos conocimientos técnicos del instrumento, por lo que, además de dar clases, comienza a afinar pianos por su cuenta. Su hijo Luis –mi abuelo- adquirió ese oficio y con el paso del tiempo llegó a instalar un gran taller de pianos en la misma cuadra donde actualmente yo vivo. En ese taller, prácticamente podía armar un
piano completo. En este contexto, mi padre comenzó a relacionarse con la música desde muy pequeño y adquirió el oficio de Técnico afinador de pianos.
¿Cómo fue su proceso de aprendizaje del oficio?
Yo viajaba mucho con mi papá; él llegaba hasta Bolivia afinando y arreglando pianos, inclusive a distintos puntos de nuestro país. Cuando yo observaba su trabajo, no me parecía difícil; de
hecho, haber adquirido muy gradualmente sus conocimientos desde muy pequeño, hacen que yo tenga facilidad dentro del oficio. Con la crisis que hubo en nuestro país en el año 2001, tomé la decisión de no quedarme de brazos cruzados y comencé a dedicarme de lleno con la afinación y reparación de pianos, si bien ya estaba retirado de mi empleo como Ingeniero Químico en la industria de la alimentación. Incluso, he desarrollado algunos productos alimenticios, como por ejemplo, las salsas picantes Vanoli o el chimichurri envasado.
Pero después de haber transitado esa etapa como empleado, necesitaba emprender algo por mi cuenta y decidí dedicarme a lo que sabía hacer: afinar y reparar pianos.
¿Se puede decir que es un “mandato familiar”?
Sí, puede ser un mandato o compromiso, pero muy lejos de la imposición. Nunca mi papá me obligó a nada. Cuando tomé la decisión de continuar con el oficio familiar, no necesité aprenderlo y desde el primer día me ha ido bien. Sucede que el apellido tiene “chapa” o reconocimiento por su larga historia. Actualmente, viajo muchas localidades de Córdoba y del país, atendiendo clientes cuya ascendencia eran clientes de mi papá o mi abuelo. A pesar de que, actualmente, no es algo corriente encontrar pianos en una casa de familia… Así es. La vocación y la intensión de aprender a tocar el piano han ido disminuyendo con el paso del tiempo. En tiempos de mi abuelo, casi que era obligatorio que las niñas de la casa tuvieran algo de conocimientos musicales, y el piano era el instrumento más buscado. Pero el cambio cultural que ha transcurrido, ha provocado que la gente ya no busque más el piano acústico, sino los órganos o pianos eléctricos. Si bien existe un puente entre el piano acústico y el eléctrico; uno no suena igual que el otro, gracias a Dios. El piano acústico tiene una cierta “inarmonía” que es muy apreciada para quien cuenta con un buen estudio musical. Pero podemos trazar un paralelismo entre el primero y el segundo, con lo que es la guitarra criolla y la eléctrica.
¿Cuál es el perfil de sus clientes?
Generalmente son familias particulares. En una menor cantidad de veces, los conservatorios con muchos pianos, pero en estos lugares, están bastante deteriorados por su utilización intensa; satisfacer y conformar a un conservatorio, dejando todos sus pianos en perfectas condiciones, es muy trabajoso y muy costoso económicamente; inversión que no todos los conservatorios están dispuestos a afrontar. Y a mí me gusta hacer el trabajo a la perfección, sino no lo hago. Además, si los clavijeros no se encuentran en buenas condiciones, ese instrumento se desafinará en una semana… cambiar los clavijeros, es aún más costoso.
¿Qué se necesita para ser un buen afinador?
Se resume en una sola palabra: “Pasión”. Pero también se requiere mucha paciencia, oído, educación y constancia. Muchas veces hay que afinar hasta dos y tres veces un piano y aquí la
“paciencia oriental” es fundamental, porque tenés que tocar 300 clavijas para que funcionen al unísono. La referencia es la tecla “La”, la cual tiene que vibrar 440 veces por segundo, lo que se determina con aparatos especiales o a través de un oído perfecto como el de Charly García. 440 es el estándar, pero no es imprescindible.
Con tanta educación musical, ¿Qué géneros disfruta escuchar en su cotidianeidad?
Es verdad que, actualmente, existe mucha música que no merece llamarse como tal… pero a la música la podemos relacionar con la comida: existe la chatarra y la gourmet; yo prefiero la gourmet… A mí me gusta el folclore y el “Negro” Videla, pero principalmente la música clásica: Bach, Beethoven, Mozart… Existen estudios científicos que expresan que ciertas composiciones de Mozart ayudan al intelecto humano. Entonces, uno no puede ser ajeno a eso. Algunas piezas te relajan, otras estremecen… La música clásica nos hace experimentar infinitas sensaciones, sobre todo cuando se escucha en vivo en un teatro.
Más info: Tel. 4884299 // Cel. 3515909032 (Andrés)