Estuvo presa, aprendió un oficio y hoy ayuda a otros a tener trabajo

Paola Albarracín es una de las fundadoras de Cooperativa Victoria, una fábrica de sillones en barrio Ciudad de Los Cuartetos, de Córdoba Capital, donde trabajan personas que recuperaron su libertad o familiares de quienes están privados de ella

 

Paola Albarracín es un claro ejemplo de que las segundas oportunidades se buscan y llegan, y cuando aparecen hay que aprovecharlas. Tras una dura adolescencia marcada por la pobreza, las drogas, la delincuencia y la pérdida de su madre a sus 12 años de edad, Paola estuvo presa y se reinventó para ayudar a las personas que atraviesan situaciones similares.

Cuando su madre falleció el mundo se le vino encima, su padre entró en depresión y sus cinco hermanos fueron cayendo en las drogas. “Antes del fallecimiento de mi mamá teníamos una familia bien constituida pero después no teníamos ni siquiera para comer. Yo siempre fui de ponerme al hombro la familia, eso no cambió. Y así es que salí a la calle y empecé a robar, hasta que caí presa”.

“En la cárcel me hicieron muchos tratamientos psicológicos por las adicciones que yo tenía, porque me drogaba mucho, incluso estando ahí adentro. No quería pensar en nada. Yo creo que si mi mamá no hubiese fallecido esto nunca me hubiese pasado. Su muerte nos quebró al medio, ella trabajaba en una escuela y sostenía a la familia, la unía”, recuerda Paola en una entrevista con La Nueva Mañana.

Por diferentes situaciones estuvo presa varias veces, la última en la ex cárcel de mujeres del Buen Pastor, cuando tenía 19 años y se había convertido en madre. Su hija estuvo con ella un año y luego continuó cumpliendo condena mientras la pequeña quedaba a cuidado de familiares. Al salir en 2003 se propuso jamás volver a perder su libertad.

A pesar de las circunstancias adversas, la cárcel le ofreció a Paola una oportunidad para reconstruir su vida. Durante su tiempo en prisión, aprendió a cocinar y a coser, oficios que luego le servirían como base para sostener a su familia tras salir en libertad. “Nunca había trabajado antes, pero al salir empecé a vender empanadas, luego pan casero. Lo que sé hoy lo aprendí en la cárcel”, recordó en diálogo con Cadena 3.

Al principio trabajaba vendiendo empanadas y se la rebuscaba como podía ante las dificultades que se le presentaban para conseguir un trabajo debido a que no contaba con certificado de buena conducta, por su pasado en prisión.

Paola asegura que es difícil para una persona que estuvo presa conseguir trabajo. “Piden certificado de buena conducta y no lo tenemos”, explicó. Por eso, junto a otras personas que estuvieron en prisión y recuperaron su libertad, decidió emprender y dedicarse a un nuevo proyecto. “Es difícil, pero se puede salir”, afirmó.

En 2010 comenzó junto a otro grupo de liberados a fabricar sillones y retapizar viejos juegos de living. Llegaron a ser un grupo de 16 personas con ventas por todo Córdoba, pero durante la pandemia el negocio se tuvo que achicar. Aún así Paola resistió y continuó trabajando para mantener el negocio en pie.

Paola fue una de las fundadoras de la Cooperativa La Victoria, ubicada en el barrio Ciudad de los Cuartetos, en Córdoba Capital. Actualmente, ella es la presidenta de la cooperativa, y con el tiempo, La Victoria ha crecido, a pesar de los desafíos que supuso la pandemia. “Hoy somos siete familias, nos estamos reorganizando. Fuimos 16 durante la pandemia, pero hemos resistido y ahora estamos enfocados en crecer”, expresó Paola.

La cooperativa tiene como objetivo proporcionar un lugar de trabajo y dignidad para quienes atraviesan situaciones similares a las que Paola vivió. “Nos falta mucho por aprender y estudiar, pero sabemos que con esfuerzo y dedicación, se puede salir adelante”, señaló.

Paola también destacó la importancia de incluir a todos aquellos que quieren formar parte del proyecto, sin importar su pasado. “Nos sumamos entre todos, porque el esfuerzo colectivo es lo que nos levanta”, aseguró, revelando que la cooperativa se ha convertido en un punto de apoyo para muchas familias de la comunidad.

Detrás de cada sillón hay una historia de resiliencia

En palabras propias, Paola cuenta: “En el año 2003, me enfrenté a un gran desafío: encontrar un empleo que me brindara estabilidad y un futuro prometedor. Pero sin un certificado de buena conducta, las puertas se cerraban una y otra vez. Fue entonces cuando decidí tomar el control y emprender mi propio camino”.

“En 2010, junto con un grupo de liberados, nos aventuramos en el mundo de la fabricación y retapizado de sillones. Nació así lo que hoy es Victoria y Unidad. Donde trabajamos familiares de aquellos que aún están privados de su libertad y personas que, como yo, hemos encontrado una segunda oportunidad”.

“No todo fue fácil, especialmente durante la pandemia, cuando el negocio se vio afectado y tuvimos que adaptarnos y reducir nuestro equipo. Pero resistimos y nos aferramos a nuestro sueño. Victoria y Unidad sigue en pie, y actualmente somos un equipo de seis personas, luchando juntos para construir un futuro mejor”.

“Lo sé de primera mano, los prejuicios y los obstáculos son reales. Pero decidimos enfrentarlos y demostrar que podemos. Ahora, como una cooperativa legalmente constituida, nos presentamos ante el mundo con la frente en alto. Tenemos más oportunidades, más transparencia y más democracia en nuestro grupo”.

“Nuestro impacto va más allá de la fabricación de sillones. Queremos ser un ejemplo de superación y resiliencia para aquellos que han experimentado situaciones similares a las nuestras. Queremos mostrarles que es posible salir adelante, con trabajo y dedicación”.

El paso de Victoria y Unidad por Winay

Winay es un Programa de negocios inclusivos que apoya a emprendedores en contextos vulnerables a mejorar su modelo de negocio y poder crecer.

“Hace más de un año, nuestros caminos se cruzaron con Winay. Un programa que nos brindó una oportunidad única de crecimiento y fortalecimiento. Nos acompañaron en cada paso. Aprendimos mucho, pero sobre nos ayudaron a cambiar nuestra mentalidad y a reconocer nuestro valor como personas y emprendedores”.

“Winay fue un antes y un después en nuestras vidas. Antes, trabajábamos sin descanso, sin horarios y sin delegar. Pero gracias a Winay, descubrimos el poder de organizarnos y darnos tiempo para el bienestar, aprendimos otra forma de trabajar. Ahora somos una cooperativa”, explicó Paola.

Más info: @coop.victoriayunidad

@winaylatam