David Brito: El cordobés que conquista Japón con sus bordados

El joven oriundo de Río Cuarto borda retratos hiperrealistas de personas, paisajes y hasta animales a mano, con hilos, colores y mucha creatividad y pasión. Con estilo propio, ya logró que artistas como Tini y María Becerra se interesen por sus obras.

David lleva consigo mucho más que telas: lleva recuerdos, sueños y la certeza de que el arte no entiende de fronteras. Nació en Río Cuarto, Córdoba, en una casa donde siempre estaba el lápiz, el cuaderno de dibujo o un pincel. “Pudieron ver desde muy temprana edad que tenía interés en lo artístico, me gustaba dibujar y mi vida básicamente estuvo cruzada por ello”, recuerda. Esa pasión lo acompañó hasta la facultad: primero estudios de dibujo, pintura, hasta que hace siete años el bordado empezó a llamar su atención. “Mi formación académica tiene más que ver con la pintura y el dibujo, al bordado lo encontré hace siete años”, dice con emoción.

El camino hacia el bordado fue algo orgánico, algo que fue encontrando. En un taller libre del secundario conoció el telar, talló su primer bastidor, y de a poco fue dejando que las puntadas tomaran protagonismo. “Ahí me despertó el interés en telar… me pasé directamente al bordado en tela porque me llevaba mucho tiempo de producción el tapiz para después bordar arriba”, narra. Así como al principio los bordados eran más sencillos, casi tímidos, con el tiempo fue profundizando: reprodujo imágenes de su galería, buscó entender los colores, adaptar lo aprendido en pintura al hilo, a las puntadas.

Hoy David vive en Tokio, Japón, lugar desde el cual borda, exhibe y sigue expandiendo su obra. “David Brito está en Tokyo, Japan.” se lee en sus redes, confirmando que su presente artístico se despliega a miles de kilómetros de su Córdoba natal. Lejos de su casa, su día a día combina disciplina y creatividad: dedica muchas horas al bordado, organiza pedidos que llegan de todos los rincones, atiende mensajes de redes, selecciona fotografías, mezcla colores y puntadas. “Trabajo entre 30 y 40 horas por semana”, contaba cuando vivía en Argentina, similar ritmo sostiene ahora, aunque adaptándose al huso horario, a los materiales que acá consigue y los que debe importar.

Allí también el arte se vuelve puente cultural: David mezcla influencias, observa técnicas nuevas, absorbe matices del minimalismo japonés, de la atención al detalle. Sigue creando retratos hiperrealistas, bordados de mascotas, retratos de personas, imágenes botánicas. Cada obra exige paciencia: horas, días de concentración, muchas puntadas. Pero asegura: “A cada trabajo lo tomé como un aprendizaje”. Y ese aprendizaje le permitió no sólo perfeccionar su técnica sino profesionalizar su arte: fijar precios internacionales, pensar obra que conmueva, que se vea, que llegue.

Con hilos de colores y puntadas milimétricas, el artista visual y bordador cordobés transforma fotografías en bordados realistas. Sus retratos a mano se volvieron virales y hoy son requeridos desde varios países.

Bordando sueños…

Su obra llamó la atención de artistas como Tini: de hecho, uno de sus bordados le llegó en persona, cuando ella vino a Córdoba. “Tuve la suerte de que una persona que trabaja para su equipo me siga en Instagram, así que cuando ella vino a Córdoba me comuniqué con él para preguntarle si había una posibilidad de acercarle un bordado”, contó David. “Él fue muy amoroso y se lo llevó a ella momentos previos al show. También me invitó junto con mi hermana al concierto. Fue muy gratificante verla y saber que tenía mi bordado con ella.” Esa misma visibilidad llevó sus piezas hasta María Becerra, entre otros nombres que lo admiran.

Con esa exposición internacional, adaptó su modelo de cobro: “Estandaricé el precio y los cobro en dólares para llegar a cualquier otro lugar del mundo. He vendido a China, Estados Unidos, México, España, Bélgica, por eso puse el trabajo en dólares, para tener otro alcance.” Esa estrategia le permitió seguir expandiéndose, conectarse con clientes de distintos continentes, sortear las barreras que impone la revolución digital (las zonas horarias, los envíos, los aranceles), pero también ofrecer su arte como producto que trasciende lo local.

Aunque ya tiene reconocimiento, su presente no es sencillo: vivir lejos, gestionar envíos, conseguir telas e hilos apropiados, mantener la calidad en cada trabajo, adaptarse a un nuevo idioma, cultura, ritmo. Aun así, David sostiene que “la gente que quiere aprender o que no tiene mucha idea respecto al bordado cree que tiene que tener talento para hacerlo y no: todo es práctica y esfuerzo.” Ese es su mantra, su modo de mirar el arte: no como algo reservado para unos pocos, sino como una pasión que se construye día a día.

Cada mañana en Tokio, David revisa pedidos, responde mensajes de clientes de distintas partes del mundo, elige fotografías a bordar, organiza sus materiales, borda. Hay días largos, requiere concentración, pulso firme, luz adecuada. Pero también hay momentos mágicos: cuando publica algo y alguien de lejos le escribe emocionado, cuando ve una obra suya en manos de alguien admirado, cuando siente que todo el camino –los estudios, los errores, los sacrificios– tiene sentido.

“Empecé bordando a mi abuela y terminé enviando retratos a cinco continentes. El arte no tiene idioma ni frontera, pero sí muchas horas de trabajo invisible. Con hilos, tiempo y paciencia, puedo transformar una foto en algo eterno”

Nuevos tramos por bordar

Sus planes futuros pasan por explorar aún más: piensa en mostrar una exposición, en realizar un proyecto conceptual con una imagen personal, en diversificar técnicas —incursionar más en telar o tejido—, incluso en diseño de ropa. “Me gustaría poder dar clases para poder ofrecer todo mi conocimiento en bordado y me encantaría poder trabajar con artistas, diseñar las portadas de los discos, sería un sueño”, confesó en una entrevista. Sabe que el arte no termina: se transforma, exige nuevas metas, nuevos riesgos.

Cuando mira hacia atrás, David conserva orgullo y gratitud. “Pasaron muchos años desde el primer retrato que bordé… fue justamente el de mi abuela. Y hoy, mirando hacia atrás, me siento muy orgulloso”, publicó hace poco. Ese retrato sencillo, familiar, fue el inicio de algo que hoy viaja en cajas, redes y emociones. Fue el origen de un camino que no sabía hasta dónde lo llevaría, pero lo lleva.

Al cerrar la charla, insiste: para quienes comienzan, lo importante es no rendirse. “No se rindan, con esfuerzo y sacrificio todo llega. Para algunos es más difícil que para otros, pero lo importante es siempre tener la meta en la mente y que se empiece a valorar más el arte.” Esa es su luz, su impulso. Y en Japón, con hilos, recuerdos y mucho corazón, David Bordado Brito sigue bordando su arte.

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