Cuando el público vio desfilar en pantalla las figuras recreadas de los jurados del programa de “La Voz Argentina” que se emite por Telefe Córdoba, pocos imaginaron que tras ese acto artístico vibraba la historia de una artista cordobesa que cincela sueños en gomaespuma. En Huerta Grande, en el Valle de Punilla, Concepción Ordóñez trabaja transformando materiales simples en personajes que hablan y emocionan; es ella quien da vida a aquello que muchos solo ven como objetos. Fue su sobrino, el cantante Luck Ra, quien le abrió la puerta de La Voz Argentina: llevó sus creaciones al programa más visto y regaló al arte local un pasaje hacia el gran público. Esta crónica recoge su voz, sus desafíos, su emoción y su arte, mientras esos muñecos que ella cincela con paciencia atraviesan pantallas, corazones y territorios.
Desde el primer trazo hasta la escala televisiva, “Conce” repasa su recorrido: “La vida me llevó a buscar nuevos rumbos y encontré mi lugar en las montañas, donde los títeres fueron gestándose de a poco hasta convertirse en mi trabajo”, relata con serenidad. Habla bajo una lámpara tenue en su taller, rodeada de retazos de tela, pelucas, palitos y restos de goma espuma. En ese microcosmos ella es arquitecta, escultora, pintora: cada muñeco lleva en su cuerpo una decisión, un recorte, un pliegue, una mirada intentada. Combina su formación en pintura con seminarios de caracterización, escenografía y maquillaje —y todo eso emerge en sus manos cuando modela un rostro, cuando arma las manos, cuando pinta los ojos.
Cuando la oportunidad apareció, no dudó. Luck Ra creyó en ese mundo artesanal y decidió presentarlo en La Voz: “Todo tomó otra dimensión cuando Facu los hizo visibles ante un público enorme. La repercusión fue súper positiva. Yo se lo había regalado pero en ningún momento le dije que lo mostrara. Eso fue lo mágico, lo maravilloso y lo espontaneo de él que tiene mucho de niño, de jugar, de improvisar. Le super agradezco a Facu porque visualizó una parte de mi trabajo que no era muy conocida porque mucha gente me conoce por el Arte, en el ámbito de las Exposiciones, pero no en esta faceta de hacer títeres, así que fue maravilloso y lo estoy disfrutando mucho”. Fue el salto que muchos esperan: pasar del taller solitario a la pantalla nacional. Desde ese momento los encargos crecieron como semillas que germinan tras una primera lluvia. Concepción dice que ahora le piden mucho su figura: “Ahora me están pidiendo mucho el personaje de Luck Ra”, y su voz se enciende en ese “mucho” como si adivinara el latido del mercado que busca reproducir rostros conocidos, imitarlos o abrazarlos con ternura.
“Ahora me están pidiendo mucho el personaje de Luck Ra”, cuenta Concepción sobre el impacto de su arte en la TV y cómo eso multiplicó los pedidos de muñecos personalizados.
“La voz” hecha títere
Cada títere exige un proceso largo y paciente, hecho de prueba y error. “En general es todo tallado, salvo algunas partes como las orejas, que las pego. Cada pieza se va armando poco a poco, primero el rostro, la cabeza, hasta lograr la figura final”, explica “Conce”. Primero talla bloques de goma espuma, va modelando volumen, recorta, lija, da textura. Luego suma telas pequeñas, palitos, pelucitas, elementos que dan carácter: ropas, cabello, detalles que muestran una identidad. Finalmente pinta a mano: cada trazo apunta a que el personaje respire. No es solo una muñeca, es un discurso estético, una insinuación de vida.
El mundo de los encargos se diversificó con la visibilidad. A los jurados del programa se suman cantantes célebres: “Hace poquito hice el de Valeria Lynch y próximamente tengo que hacer de Mercedes Sosa”, cuenta Concepción con entusiasmo. Pero no se queda ahí: también reproduce rostros de gente común. “Me piden de sus cantantes favoritos, pero también de personas corrientes, como vos o como yo, que quieren ver sus rostros convertidos en títeres. Es muy loco eso”, añade, y su sonrisa revela que ese “loco” es un elogio. En ese deseo de ver su propia cara replicada en miniatura habita algo muy humano: el anhelo de ser visto, recordado, transformado en símbolo.
Lo que nace como encargo puntual no deja de ser poético: un padre quiere que su hija vea su cara en un muñeco, una fan quiere tener su ídolo en miniatura, un aula quiere recrear a su maestra. Concepción ahora transita entre lo comercial y lo íntimo, equilibrando precios, tiempos, materiales, expectativas. Y aunque el taller se expanda en pedidos, ella insiste en que cada pieza conserve su sonido artesanal: que no se sienta un producto sino un gesto personal. La exposición televisiva abrió puertas, pero también desafíos: mantener autenticidad contra velocidad, demanda y expectativa.
Su taller no está vacío de fantasmas. Hay días de bloqueo, de dudas, de materiales que fallan, de ojos que no convencen. Pero también hay días de júbilo cuando entrega una pieza y ve la cara de sorpresa en quien la recibe. Para ella, “hacer títeres me conecta con mi niña interna, con lo lúdico… es un trabajo de mucha observación pero a la vez como un juego donde disfruto cada instante y siempre me sorprende. Me hace sonreír y eso es un montón, sobre todo cuando llega a manos de un niño o adulto al que lo hace feliz”. Esa combinación de rigor técnico y disfrute íntimo define su oficio. No trabaja sola: en su cabeza resuena el aplauso de un niño, el asombro de un usuario, la emoción de alguien que acaricia un muñeco con lágrimas en los ojos.
“Ahora me están pidiendo mucho el personaje de Luck Ra”, cuenta Concepción sobre el impacto de su arte en la TV y cómo eso multiplicó los pedidos de muñecos personalizados
Aunque su sueño es seguir creando sin límites, Concepción, quién desde hace 8 años se dedica al Arte Textil y la Pintura, sabe que el arte no es solo un pasatiempo: es modo de resistencia, alimento para el espíritu. Su proyección no se queda en Córdoba ni en Punilla: aspira a que sus piezas viajen, que su nombre trascienda más allá de las montañas. Recomienda a quienes sienten una pulsión artística que experimenten con lo que tengan: un lápiz, arcilla, maderitas, sin expectativas y disfrutando el proceso. “Y si es compartido, mejor”, dice la Artista Visual y Licenciada en Pintura. Esa frase es la expansión misma de su filosofía: que el arte se multiplique, que vincule, que cree puentes.
Cabe destacar que Concepción pertenece a la Compañía Asombrar Teatro, una compañía de teatro de sombras que en la actualidad está presentando una obra para las infancias.
Sus títeres ya no son solo para ella: se convirtieron en narradores simbólicos de una región, un territorio artístico que pide reconocimiento. Por eso su historia es mucho más que un relato personal: es un espejo para quienes crean en espacios rurales o alejados, donde los circuitos culturales tardan en llegar. Concepción demuestra que con convicción, creatividad y decisión, una voz local puede hacerse voz nacional, y que un títere puede hablar más fuerte que mil discursos.
En ese clima cargado de polvo de taller, olor a pintura y pelucitas desperdigadas, Concepción recuerda el momento decisivo: cuando su sobrino apostó y llevó su arte a La Voz. Ese gesto cambió la vida de ambos. Y mientras sus manos siguen modelando rostros, ella imagina nuevos personajes, otros encargos, más historias que contar en esa materia prima que ella conoce tan bien: silencios, telas, espuma, luz. En cada rostro que entrega, deja un pedazo de su historia, de su emoción, porque en ese cruce entre lo íntimo y lo público los títeres hablan —y Concepción sigue escuchando.
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