Desde su pequeña ciudad asomó la idea de alejarse, de arrancar de nuevo con lo que sabían mejor: buena masa, buenos momentos y un amor por el movimiento. Así nació “Viajando con Clarita”, el proyecto de Ani y Ezequiel — junto a su inseparable perro Flocky — que dejaron Olavarría para convertir el camino en hogar, el horno en taller y la libertad en un ingrediente más de la receta.
Pusieron primera a bordo de una Kombi VW80 y con un tráiler convertido en cocina móvil, han transformado la ruta en su restaurante, y la improvisación en menú. Pizzas napolitanas que tardan 90 segundos en cocinarse a 400 grados, masa que fermenta mientras el motor ronca y panorámicas que cambian cada día: montañas, lagos, bosques, ciudades pequeñas. Así, continúan sumando kilómetros y visitando diferentes países de América del Sur.
Pero el movimiento no es solo físico: entre una pizza y otra, Ani y Ezequiel practican yoga al amanecer, respiran aire libre, escuchan el viento y hacen del camino una escuela de pausa y acción. La cocina y el tapete conviven en una furgoneta que es taller, refugio y oficina. Como ellos gritan a los cuatro vientos: “Buscábamos oxígeno, encontramos sueños”.

Dejaron su vida estable en Olavarría para recorrer el continente junto a su perro Flocky. Entre harinas, hornos portátiles y prácticas de yoga, transformaron el viaje en una forma de vida.
“La ruta te enseña a vivir con lo justo, a valorar lo simple. A veces hay días en los que todo sale mal -se nos queda la llave adentro, se corta el agua o no encontramos nafta-, pero después aparece un amanecer y entendés que todo vale la pena”, remarcan los aventureros.
“Vivir viajando te enseña
a estar en el presente”
Adaptarse no fue fácil: la logística de moverse, el horno que debe estabilizarse en cada parada, los ingredientes que llegan en ruta, y un perro que exige atención constante. Pero lo que más les costó quizá no fue el esfuerzo físico, sino desaprender lo sedentario, desarmar la rutina segura y aceptar que cada día sería distinto.
Lo que más disfrutan es la mirada de quienes llegan a su horno rodante: turistas, locales curiosos, familias que se preguntan cómo termina una pizza entre árboles. Ver la sorpresa, compartir la historia, saber que están cumpliendo ese viejo sueño de “vivir viajando” con sabor a mozzarella, tomate y albahaca.
Durante el viaje, la pareja va sumando experiencias y sabores: desde Puerto Madryn hasta Ushuaia, pasando por Los Antiguos y la carretera austral chilena. Tras recorrer la Patagonia, los viajeros vendieron a “Clarita” (su Van) y se compraron un Camión Mercedes Benz 608, al que bautizaron “El Tano”.
“Vivir viajando te enseña a estar en el presente. No sabés dónde vas a dormir o dónde vas a trabajar mañana. Pero esa incertidumbre también tiene magia”, afirman los tortolitos.
De este modo, más allá de las pizzas y los kilómetros, el proyecto Viajando con Clarita transmite una filosofía de vida basada en la libertad, el amor y la conexión interior.
Su próximo sueño es ambicioso: emprender la ruta continental hacia Alaska. “Alaska es un norte, un horizonte. Si llegamos, genial; pero sino, nos quedamos en Ecuador o Brasil porque estamos bien. La idea es disfrutar el camino”, aseguran.
El futuro de “Viajando con Clarita” se ve ancho: seguir hacia Alaska, urdir alianzas con otros emprendedores sobre ruedas, quizás abrir pop-ups en ciudades grandes, documentar la ruta en video. Pero por ahora, su menú es simple: rueda, horno, perro y libertad. Y en cada gesto, una idea: vivir cada día como una pizza que está por salir del horno, caliente y lista para saborear y disfrutar.
Más info: Viajando con Clarita





