
En un camping de Villaguay (Entre Ríos), durante cuatro días de diciembre, una multitud de mujeres circuló entre fogones, risas y motores encendidos para celebrar el segundo Encuentro Nacional de Mujeres Rodanteras Argentinas. Más de 200 mujeres que habían decidido salir a la ruta en sus propios vehículos —autos, camionetas, furgonetas y motorhomes— se encontraron bajo el lema que las identifica: “Entre todas nos cuidamos”.
La escena era un paisaje humano y mecánico: frente a frente, mujeres de distintas edades intercambiaban historias de viajes por la Patagonia, sierras o costas, mientras otros preparaban carpas y compartían mapas con sugerencias de paradas. La red de rodanteras, nacida años atrás en redes sociales, ya no era un simple grupo de Facebook, sino un movimiento tangible sobre ruedas.
Las rodanteras, muchas de ellas mayores de 50 años, habían convertido su libertad en bandera y su motor en expresión de una autonomía que trasciende prejuicios sociales. Algunas contaban que habían camperizado sus propios vehículos, adaptándolos para dormir, cocinar y viajar sin depender de hoteles o campings, abrazando un estilo de vida que desafía los límites tradicionales del turismo.

En Whatsapp cuentan con una estructura de 39 grupos regionales y temáticos, donde cada integrante puede reportar su ubicación, pedir ayuda o compartir recomendaciones de viaje.
Viajar solas, pero acompañadas
La red funciona con grupos de WhatsApp distribuidos por regiones, donde cada mujer puede reportar su ubicación, pedir ayuda ante un desperfecto mecánico o compartir recomendaciones de mecánicos, talleres o lugares seguros de descanso. “Viajamos solas, pero no estamos solas”, solía repetir la fundadora del movimiento cuando hablaba de este soporte colectivo que creció más de lo que alguna vez imaginó.
Este acompañamiento mutuo fue palpable en Villaguay: cuando una viajera llegó con un problema técnico, otras no dudaron en coordinar asistencia o sugerir soluciones prácticas. Historias como estas se entrelazaban con relatos de noches bajo las estrellas, intercambios de recetas y canciones alrededor de la fogata, reforzando la idea de que las rutas pueden ser espacios de solidaridad.

La diversidad del grupo sorprendía: desde mujeres jóvenes que recién se animaban a salir de viaje, hasta otras cerca de los 80 años preparando caravanas hacia Ushuaia, todas compartían la convicción de que la edad no define la aventura ni la autonomía en la carretera.
Viajar se transforma así en una experiencia de libertad compartida, donde la edad no es un límite y la sororidad se convierte en motor. Mujeres Rodanteras Argentinas resignifica el viaje en solitario y lo convierte en un acto de confianza, red y decisión propia.
En las reuniones se discutieron rutas, destinos y también aprendizajes prácticos: desde cómo acondicionar un vehículo para largas travesías, hasta consejos para enfrentarse a imprevistos o disfrutar cada parada con seguridad y confianza. La red había ido consolidándose como plataforma para aprender, crecer y acompañarse.

Para muchas, este estilo de viajar había sido un punto de inflexión personal. “Sentí la libertad de no depender de nadie y ahora sé que puedo hacerlo”, contaban mientras revisaban fotos de viajes anteriores. Esta libertad era, para ellas, sinónimo de empoderamiento: la ruta como territorio propio.
Los encuentros, que se organizan en diferentes puntos del país durante el año, sirven como catalizadores de experiencias, redescubrimiento y planificación de nuevas aventuras. En cada uno de ellos, mujeres que antes se sentían aisladas en su deseo de viajar solas encontraron una red que les permite sentirse acompañadas.
Sin lugar a dudas, las Mujeres Rodanteras Argentinas convierten la ruta en un escenario de conexión, sororidad y libertad compartida, demostrando que la experiencia de viajar solas puede ser, a la vez, profundamente comunitaria.

Más info: Mujeres Rodanteras Argentinas





