Por: Lic. Javier Alday
A sus 61 años, Jorge Cabrera, decidió retomar y finalizar el Ciclo Básico de sus estudios secundarios en su querida escuela José Hernández de B° Marqués de Sobremonte, donde transitó durante su juventud como alumno. Hoy, con vistas al futuro, su meta es lograr el título de Abogado.
¿Cómo fue tu etapa en el secundario?
Una vez que terminé el primario, en el año 1973 entré al José Hernández. En 3º año, tuve que dejar los estudios, porque eran tiempos de dictadura y cualquiera corría riesgos; más allá que nunca participé en organizaciones, era delegado del centro de estudiantes y era una persona inquieta. Siempre me elegían a mí, porque quizás era la persona más locuaz al hablar y tenía mi posicionamiento y opinión política. Por esta razón, estuve “fichado” y la situación llegó a estar muy grave… al punto que mi padre me pidió que no fuera más a la escuela y tuve que dejar.
“para rendir, me senté en el mismo banco que me sentaba cuando era joven estudiante”
Abandonaste la escuela, pero no las ganas por estudiar, ¿verdad?
Siempre fui autodidacta; de hecho me gusta leer y estudiar filosofía, poesía… me gusta cantar y componer música; siempre me atrajeron las disciplinas humanísticas o sociales. La Matemáticas no me gustaba cuando era joven (sonríe). Al dejar la secundaria, comencé a hacer deportes, sobre todo boxeo, algo que me formó y enseñó muchas cosas. Luego me casé a los 20 años y tuve mi propia familia a los 22, con mi primera hija. De manera muy temprana, tuve muchas bisagras importantes en mi vida. También comencé a trabajar, en muchos lugares y rubros distintos; inclusive siendo vendedor ambulante y comerciante. Estas obligaciones, hicieron que el estudio formal tuviera que quedar pospuesto, porque tenía que mantener a mi familia. Pero con la ayuda de mis padres y amigos muy íntimos, pudimos salir adelante.
Volver a empezar
Pero, finalmente, lograste concluir con tu secundario… ¿Cómo se gestó esa posibilidad?
Fue en el año 2019. Siempre tuve la idea en mi mente, pero el día en que lo decidí, se dio gracias al encuentro que tuve con una ex maestra mía, llamada Consuelo, quien me comentó que en la Universidad, existía la posibilidad de estudiar una carrera para mayores de 25 años de edad. Fui a la Facultad de Derecho como observador en las clases y también para rendir examen. Esto fue posible porque yo ya tenía previsto rendir las tres materias que me faltaban en el José Hernández. Pero quería tener también la posibilidad de tener la experiencia de sentarme en la Facultad.
¿Cómo viviste la experiencia de regresar al secundario?
Las materias que me faltaban rendir para concluir con el Ciclo Básico fueron Matemática, Física e inglés. En una semana rendí las tres asignaturas, en medio de todos los chicos del secundario… ¡Imagínate un viejo en medio de todo ellos! (sonríe). Cuando entré a la escuela, reconocí a preceptoras que fueron compañeras mías y quienes me conocían, se acercaron a saludarme, sobre todo Ana María Marcuzzi, la Representante Legal. Le agradezco infinitamente al José Hernández. Como “frutilla del postre”, se da la casualidad que para rendir, me senté en el mismo banco que me sentaba cuando era joven estudiante. En ese momento no sentí nervios, pero sí mucho asombro del destino.
“Utopía o decisión; todo lo que
imagines, puede ser real”
Finalmente, ¿por qué decidiste concluir con esta etapa?
No me hago el Sarmiento, sino que estudiar y conocer es una satisfacción personal que siempre tuve. Soy muy curioso. Ahora estoy estudiando algo de inglés y, dentro de todo, lo manejo bastante bien. Si bien tengo muchas tareas y obligaciones, me doy tiempo para todo. También tengo mi familia y mis nietos. Toco la guitarra, canto, escribo; sigo con mi negocio y con mi actividad política empresarial, siendo Presidente de la Cámara de Pastas de Córdoba. Creo que no hay que quedarse quieto nunca en la vida… Hay que ser un río que fluye; hay que ir para adelante. En la vida, al “no” ya lo tenemos, entonces hay que ir por el “sí”. Siempre digo: “Utopía o decisión; todo lo que imagines, puede ser real”. Siempre hay que tirar para arriba y alto; pero no me refiero a lo económico, sino a lo espiritual.