Por: Lic. Javier Alday
“Argentina es un país maravilloso”
Alexis Gómez nació en Caracas, Venezuela, hace 35 años atrás; lugar en donde se graduó como Licenciado en Administración de Empresas. Desde el año 2018, transita su vida en nuestro país y, desde hace dos, en barrio Las Magnolias; trabajando en la empresa Bertolotto: “La razón de ello fue el nacimiento de mi hija, hace tres años. En esa época, había una escasez muy fuerte de productos; sobre todo para los niños. A nivel económico, personalmente no tenía problemas, porque mi esposa y yo teníamos un muy buen puesto laboral, en muy buenas empresas”, expresaba Alexis.
¿Por qué tomaste la decisión de emigrar de Venezuela?
Mi familia materna y paterna viven en Venezuela; de hecho, ellos son inmigrantes portugueses que llegaron al país a sus 14 / 15 años de edad. En esa época, se avecinaba la época petrolera venezolana y, para ellos, salir del país, nunca fue una opción. De hecho, entre mis cuatro hermanos y yo soy el único que ha emigrado. La razón de ello fue el nacimiento de mi hija, hace tres años. En esa época, había una escasez muy fuerte de productos; sobre todo para los niños. A nivel económico, personalmente no tenía problemas, porque mi esposa y yo teníamos un muy buen puesto laboral, en muy buenas empresas. Pero entre conversaciones entre ex compañeros de la universidad, ellos mencionaron que decidieron emigrar de Venezuela.
¿Cómo fue tu llegada al país?
Llegué a Buenos Aires. Al ingresar al país, tuve un gran choque en cuanto a la papelería. En realidad, Argentina no es un país tan abierto para el inmigrante; realmente tienes que tener toda tu documentación muy ordenada y con protocolos muy pesados. Además, es difícil para quien llega de afuera, lograr un trabajo legal sin la documentación en orden. En Venezuela, el inmigrante que llegue, va a conseguir trabajo legal sin necesidad de una documentación; y esto pasa por una cuestión también cultural. Cuando llegué, dejé a mi esposa y a mi hija en Venezuela. Pude traerlas a Argentina cuando yo me trasladé a Córdoba, contratado de manera directa para trabajar con Bertolotto, hace dos años y cinco meses. En ese momento, el Señor Daniel Bertolotto y su esposa Rosa Dinolfo, buscaban un vendedor pero, internamente, mi trabajo consiste en el desarrollo de una nueva plataforma de gestión y reorganización interna administrativa.
¿Cómo fue tu proceso de adaptación cultural a Argentina y Córdoba, puntualmente?
Los venezolanos somos más caribeños, de playas cálidas, otro tipo de música y deportes; somos mucho más del Béisbol. En cuanto a la gente, los argentinos también son muy abiertos, hasta ahora no he tenido ningún problema en ese sentido; de hecho, cuando escuchan mi forma de hablar, algunos sienten curiosidad. Sin embargo, muchos me dijeron que ya he adquirido cierta “tonada cordobesa”, porque es verdad que he tenido que cambiar y adoptar algunas palabras distintas. Por ejemplo, en el rubro automotor, nosotros al auto le decimos “carro”, pero en Argentina ese término no es utilizado. Nosotros no les decimos “llantas”, sino “ring”; al “neumático”, le decimos “caucho”; al “rulemán” le decimos “rodamiento” y muchas otras más. Al principio fue complicado hablar con la gente.
¿Qué cosas adoptaste de Córdoba?
Tengo una historia muy cómica con eso. Cuando comencé a trabajar en Buenos Aires, en esa época jugaban River y Boca una final que tuvo que ser suspendida y reprogramada… y como el dueño del local donde yo trabajaba, era muy fanático, ese día no abrió el negocio… y todos los empleados, tenían preferencias por un equipo u otro y me preguntaban quién prefería que ganara, a lo que yo respondía que, al no conocer a ningún equipo, iba a alentar por el que ganara… Y en esa oportunidad, ganó River y todos me reclamaron (sonrisa). Además, me regalaron una remera de Instituto y yo ni sabía de qué era, jajaja. En cuanto a la música, escucho de todo y me adapto a lo que escuchan mis compañeros de trabajo; su rock nacional, su cuarteto…
En cuanto a la comida, fue algo durísimo adaptarnos. Por ejemplo, nosotros consumimos otros tipos de quesos o utilizamos otro tipo de condimentos y verduras. Por ejemplo, acá es muy difícil conseguir verduras u hortalizas como el ñame, el kumo, la mandioca… Así como para ustedes es el criollo, para nosotros es la “tajada”, es decir, un plátano frito. A ustedes les gusta mucho la comida de elaboración rápida y ultra-procesada, pero el Venezolano le dedica un gran tiempo a la preparación del almuerzo.
¿Fue difícil tomar la decisión de emigrar de tu país?
Muchos de mis ex compañeros de estudio y de trabajo, veían que irse del país era una posibilidad de crecimiento. Sin embargo, mi cuñada me dijo una vez: “Emigrar es cambiar unos problemas por otros”. Realmente, en Venezuela hay crisis, a pesar de mi estabilidad laboral personal. Muchos me motivaban a irme de mi país, pero yo no quería hacerlo; porque allí tenía toda mi familia, un buen trabajo y me sentía muy bien. Yo no quería ser millonario y quienes se iban, lo hacían con la expectativa de buscar lujos u otra cosa material… No soy conformista, pero no quería dejar atrás muchas cosas que allí tenía. Pero cuando nació mi hija, allí cambió todo, porque se hacía muy difícil criarla en medio de tan aguda escasez de cosas elementales para ella y, si bien hoy esa situación no sucede, el problema pasa por los altos precios de los productos. En este sentido, algo que he detectado en Argentina, es que la moneda, para ustedes, vale. Al argentino le cuesta entregar $100; le cuesta meter la mano en el bolsillo porque valoran su moneda. Quizás sea porque en Venezuela se maneja moneda con millones de numerales, en Argentina me parece que $200 es poco, pero el argentino aún valora $200.
Viniendo de un país de clima cálido, ¿cómo te adaptaste a nuestras temperaturas?
El clima es fatal… de hecho, ni siquiera ustedes se acostumbraron. Pero para nosotros es mucho más complicado, porque venimos de un país caribeño. Aún no tenemos asimilado que en invierno, en Argentina, debemos tapar hasta el último vestigio por donde puede ingresar aire frío a nuestras casas… Cuando preparé la maleta para emigrar de Venezuela, traje mis camperas más abrigadas, que allí son demasiado gruesas, pensando que con ellas iba a estar bien. Cuando llegué a Argentina, descubrí que no servían demasiado. En invierno, estar en una casa, es como estar dentro de una heladera… Cuando mi esposa llegó a Argentina, algunas noches lloraba de frío. Fueron días de terror, literal… hasta que aprendimos cómo calefaccionar y hermetizar la casa.
Finalmente, ¿volverías a Venezuela?
Volvería por mi familia, mis hermanos… Pero no volvería porque Argentina me haya tratado mal. En Venezuela, si bien la situación ha mejorado, pero no volvería hasta que haya estabilidad. Por otro lado, Argentina es un país maravilloso, pero extraño las playas venezolanas, si bien acá he viajado muy poco.
“Decidí sin dudarlo en venir a Córdoba capital”
Mirnalis Almedo decidió emigrar directo a Córdoba junto a sus dos hijos, a pesar que su hermano está en Francia y sus dos hermanas en Chile. Ella nació en Caracas, pero desde hace cuatro años, su vida se “acordobesa” cada vez más.
¿Por qué decidiste emigrar de tu país?
Emigré por la situación del país, pero más que nada, fue por mi hijo. Él estudiaba en la Universidad Metropolitana y, en ese momento, había mucho problema con los estudiantes ya que ellos eran quienes más lucharon y manifestaron por la situación crítica del país. Mi hijo ya estaba muy nervioso y estresado y me pidió emigrar. Yo lo apoyé, pero él me dijo que no iba a ningún lado si no era con migo y sus hermana. Cuando tenía 19 años, había vivido un tiempo en Estados Unidos y regresé a Venezuela porque ese país no me había gustado. A partir de allí, siempre decía que de Venezuela nunca más me iría. Pero justo antes que mi hijo me comunicara que quería emigrar, mi jefa del trabajo me preguntó cómo iba a hacer para financiar la universidad de mi hija cuando terminara el bachillerato, porque la universidad es muy costosa allí… Ese día, borré mis intenciones de permanecer por siempre en Venezuela y dije que, si Diosito tiene un plan para mí, Él me iba a mostrar el camino… y así fue. Al poco tiempo, mi hijo me planteó sus ganas de emigrar y, luego, en mi trabajo se experimentaron una suerte de cambios que, si bien a mí no me afectaban –porque tenía oportunidades de seguir creciendo en el laboratorio farmacéutico donde estaba, en el área comercial- comenzaron a llegar señales que decían que tenía que irme. Comencé a planificar mi viaje en el mes de marzopara finalmente emigrar en noviembre; pero el cronograma se me adelantó. Mi hermana me había propuesto ir a Chile, pero es un país muy costoso y no era conveniente.
¿Por qué Córdoba?
Tenía mi propia casa y mi propio vehículo; pero comencé a hacer la gestión para vender todo eso. Todo se realizó de manera rápida y perfecta. Averiguando, supe que para asentarme en Buenos Aires, necesitaba más capital que si lo hacía en una provincia y, el día que me tocaba decidir pedir el turno para migraciones, mi hermana me llama y me dice: “Mirnalis, ¿has evaluado Córdoba?”, porque ella tenía un compañero de trabajo en Chile, que era de Córdoba. En ese momento, hice un “click” y decidí sin dudarlo en venir a Córdoba capital en vez de Buenos Aires. Aquí es una ciudad universitaria y desarrollada.
¿Te resultó desafiante adaptarte culturalmente a nuestra ciudad?
Ni a mis hijos ni a mí nos costó adaptarnos. Mi primera impresión de Córdoba fue en la avenida Boulevard San Juan y toda esa parte me encantó. Entonces, sentí que llegué al lugar ideal. Estoy agradecida de estar acá. Además, tengo la ventaja de conocer a venezolanos viviendo en Córdoba y a quienes les preguntaba, estando yo en Venezuela todavía, cómo era la vida y los costos en esta ciudad.
¿Cómo solucionaste el tema laboral?
Hoy en día, me hago cargo de la parte administrativa de la empresa Opentec. Pero en Argentina, comencé trabajando en una bacha, lavando copas. Mi hija inició como camarera y mi hijo también fue bachero. Hoy, él trabaja en un call center y tiene planes de casamiento con una cordobesa; y mi hija está estudiando diseño de indumentaria.
Se te ve muy contenta de estar acá…
Sí, porque estoy en paz. A diferencia de cuando estuve en Estados Unidos, aquí se consigue el calor humano y el recibimiento de las personas con los brazos abiertos. Hoy tengo buenos amigos cordobeses; buenos amigos que me han ayudado mucho. Aquí, la amistad es importante. Creo que hay que ser agradecido por todo lo que uno tiene… aquí, hasta el clima frío disfruto, porque gracias a Dios, tengo un abrigo, calefacción y un techo para cubrirme. Los angelitos me trajeron a Córdoba y la verdad que no me arrepiento.
¿Cómo imaginás tu futuro? ¿Volverías a Venezuela?
No, no quisiera regresar, porque Venezuela ya pertenece a mi pasado. En Argentina, por ejemplo, tengo la posibilidad de tener médicos y medicamentos a disposición y de manera muy cómoda. Hoy, no sé qué va a pasar mañana, pero hoy sigo apostando por Córdoba y apuesto a comprar mi propia casa y que mis hijos se desarrollen en lo que les apasione.
Mientras tanto, en Argentina existe una campaña mediática para que los jóvenes se vayan de nuestro país… pero ustedes vienen…
Cuando las personas no agradecen lo que tienen, pasan esas cosas. Cuando uno emigra, se apuesta todo lo que tiene. Pero muchas personas están dispuestas a hacer trabajos que aquí no harían… Conozco amigos que se fueron de Argentina y que aquí se estaban desarrollando como profesionales y, en los países donde están ahora, trabajan en un restaurant… Hay una diferencia entre las personas que tuvimos que emigrar, como nosotros, que nos vimos obligadas a hacerlo, porque no teníamos ni siquiera comida; yo lo hice por mis hijos. En Argentina se quejan por los precios de los productos, pero nadie agradece tener la posibilidad de tenerlo y poder comprarlo. Aquí hay dificultades, pero tenemos oportunidades de mejorar. Cuando me encuentro gente que va a emigrar de Argentina, le recomiendo siempre que lo piense mucho.
“Partí de Venezuela directamente hacia esta hermosa ciudad”
Lismar es oriunda de Caracas, ciudad que la vio nacer hace51 años. Allí, junto a su marido, tienen una empresa familiar y, durante 28 años, trabajó también en una institución financiera con un muy buen cargo, ya que es graduada como Contadora Pública; Administrativa y Post grado en Finanzas. Junto a sus dos hijos, Córdoba fue su lugar de adopción.
¿Cuál fue tu motivación para emigrar de Venezuela?
Principalmente, para darle calidad de vida a mis hijos y a mí. Allí, la inseguridad callejera es muy grande y la escasez de medicamentos es muy grave; tuve una simple infección urinaria y corría riesgo a morir por ello, a falta de un simple medicamento. Entonces, decidí dejar el país en el año 2013 y, desde ese momento, comencé a explorar cuál era la mejor ciudad de destino. Vi opciones en Panamá, Chile, Colombia y Estados Unidos. Descarté Panamá por no ser un lugar muy desarrollado; Estados Unidos, por la gran dificultad para legalizarse y Chile, por la frialdad de su gente. En cambio, los cordobeses son más parecidos a los venezolanos en cuanto a la calidez de su gente. Además, aquí es una ciudad universitaria, algo que mis hijos buscaban y, personalmente, me gusta mucho más Córdoba que Buenos Aires. Finalmente, en el año 2018, partí de Venezuela directamente hacia esta hermosa ciudad. Fue un viaje totalmente planificado con mucho tiempo de antelación.
¿Cómo fue tu proceso de adaptación a nuestra ciudad?
Estuve mucho tiempo preparándome mentalmente para abandonar mi país. Dejar atrás todo lo que había logrado en 30 años de trabajo, no era fácil. Personalmente, estaba muy cómoda en lo económico; de vivir en mi departamento de 150 metros cuadrados, en Córdoba tuve que pasar mis primeros tiempos en una residencia donde compartíamos mis hijos, la novia de mi hijo y yo, una sola habitación. En Venezuela tenía mi propio auto y en Córdoba tuve que empezar viajando en colectivo; algo que fue traumático. Pero en aquí se viaja más tranquilo en el transporte público. Por otro lado, el clima de Argentina es muy frío y es algo que no me gustaba; esto es una de las cosas que más me ha costado asimilar. En cuanto a la música, siempre he sido una persona melómana y por eso pude adaptarme rápidamente a lo que escuchan aquí. Al cuarteto, lo escucho y lo bailo sin ningún problema. Pero en cuanto al vocabulario, hay muchas cosas que aquí no se pueden decir porque son groserías y eso me ha costado un poco adaptarme. Pero, culturalmente, no hemos tenido grandes traumas.
Aquí en Córdoba, pudiste crear tu propio emprendimiento familiar, ¿verdad?
A nuestra edad nos cuesta mucho conseguir trabajo. Sin embargo, la empresa Opentec me brindó la oportunidad de trabajar, sobre todo por el nivel educativo que tengo y que requería la empresa. Sin embargo, también considero que uno debe proyectarse desde otros lugares también, que permitan mayor libertad y posibilidad económica. Por eso, comenzamos a emprender un comercio familiar de comidas, en el mismo barrio donde vivimos; en Los Naranjos. Mi hijo mayor ha realizado varios cursos de gastronomía y es panadero. Fue él quien me propuso incursionar en este rubro y no me pareció mala idea, a pesar que nunca me he dedicado a ello. Pero finalmente, me he enamorado de la gastronomía, porque creemos que es un canal para conectarnos con el gusto y el paladar de los cordobeses y de los venezolanos. Pero por otro lado, el cordobés es muy sencillo para comer y nosotros los venezolanos, somos más exóticos, pomposos, coloridos y nos gusta el agridulce. El comercio se llama “Caracas Bar”, ubicado en calle Olegario Correa; inaugurado en el mes de marzo de este año.
¿Volverías a Venezuela?
No, no creo que vuelva. Me gustaría regresar porque allí están mis raíces, pero no me gustaría quedarme. De hecho, mi esposo está haciendo gestiones para venir con nosotros. En Venezuela, lamentablemente no hay calidad de vida.