Por Tobías Ochoa
Pasaron ya 54 años desde el alunizaje protagonizado por los astronautas Neil Armstrong y Buzz Aldrin, que significó la épica llegada del hombre a la luna. Ingenieros, técnicos y el personal más capacitado del planeta formaron parte de la histórica misión denominada Apolo 11.
Hoy, jóvenes intelectuales de Córdoba emularán aquella hazaña de la NASA, poniendo en el aire un satélite desarrollado en el Colegio Nacional Monserrat. Esta iniciativa es posible gracias al concurso CANSAT, que propone a jóvenes de los colegios de todo el país la construcción de una carga útil cuyo tamaño que no supere el de una lata de gaseosa y lanzarla en un cohete (de allí, el término CAN -lata- y SAT -satélite-, por sus siglas en inglés).
Giuliana Lodolo, Josefina Quinteros Sarmiento, Ivo Tobías Maller, Agustín Godoy Giménez y María Agustina Bastos Villacé; son los artífices del que surcará los cielos de Córdoba con el objetivo de medir la contaminación producida por las pastillas de freno de los automóviles.
Los equipos seleccionados son: “ConcorSat”, de la Escuela San Roque González de Santa Cruz, de Concordia, Entre Ríos; “Cóndor salvaje”, del Instituto Técnico de Aguilares, de Concepción, Tucumán; “HYPERION”, del Colegio León XIII de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; “Novationes”, del Colegio Nacional de Monserrat, de Córdoba capital; y “Roldán 2”, de la Escuela de Educación Técnico Profesional Nº 643 “Granaderos de San Lorenzo”, de la Localidad de Roldán, Santa Fe.
Los estudiantes tuvieron a Matías Leuci como docente coordinador y Enrique Philippeaux, un estudiante avanzado de la Universidad Tecnológica Nacional, como tutor asignado por Conae.
Las mentes detrás del proyecto
Agustina Bastos, de 15 años, se encargó del diseño del satélite. La estructura y el diseño del mismo fueron su tarea, basando el mismo en una estructura de modelo encajable, es decir, una parte interna donde van todos los componentes y otra externa que protege todo lo que hay en el interior.
Ivo Mayer se desempeñó como programador del satélite. “Hacer un satélite es algo exhaustivo, vas siempre intentando innovar partiendo de una idea e intentando hacer que funcione. La misión primaria es medir presión y temperatura, mientras que la misión secundaria que es medir la contaminación en el aire apartir de monóxido de carbono y partículas de 2.5 micras”, comentó Mayer.
Agustín Godoy Giménez se encargó de la difusión del proyecto mediante fotografías y videos que fueron entregados a la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, en búsqueda de la aprobación del proyecto.
En respuesta a la pregunta fundamental, ¿Cómo es construir un satélite?, Josefina Quinteros respondió: “Gran parte fue arriesgarnos e ir aprendiendo en el proceso. No solo dentro de clases sino también fuera de hora. Muchas veces no fue armar un código desde cero sino cambiar uno existente para que funcione”.
“Todos los sensores están conectados a un control que recibe los datos en la estación terrena y tiene la función de graficarlos. Todos los datos se buscan relacionar para poder saber que estamos midiendo los datos específicos en la misión programada. Medimos temperatura, humedad, presión; pm 2.5, monóxido de carbono y fotografías”, explicó Giuliana Lodolo, programadora del satélite.