La UNESCO adoptó el 21 de marzo como el “Día Mundial de la Poesía”, con el objetivo de apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y fomentar la visibilización de aquellas lenguas que se encuentran en peligro. Más allá del género textual, sobrepasando las posibles estructuraciones formales de la poesía, en la palabra escrita radica un enorme potencial como medio de expresividad y catarsis. Ana Mazzei sabe muy bien de ello, pues su talento no solo radica en los “modos”; también en el contenido. Sus vivencias e historias personales fueron (y son) disparadores de sus textos que, en muchos casos, toman -y a la vez trascienden- lo personal, para abarcar diversas temáticas sociales: violencia de género, maltrato a los adultos mayores, sexualidad, discriminación, erotismo, amor… Durante el año anterior, desde la biblioteca, editaron casi 100 libros de sus poemas y todos se agotaron. Ahora, a través de la “La Nelly Editora”, el taller “Juntas y diversas” publicará su libro de escritos, en donde siete mujeres comparten sus producciones y Ana es una de ellas.
Ana, ¿desde cuándo comenzó a expresarse a través de la poesía?
Escribo poemas desde la adolescencia. Desde ese entonces, los poemas “me venían” de manera espontánea como si alguien me los dictara. Pero mi autoestima era tan baja, que un día tiré a la basura todo lo que escribí, porque pensé: “esto no sirve para nada”. Pasaron los años, me casé –no fue de lo mejor mi matrimonio- me separé y a los 51 años comencé a vivir… porque antes no vivía, sino que “sobrevivía”. El 11 de abril cumplo 75 años, es decir, voy a tener 24 años… (sonríe). A mí me apasiona escribir y bailar… ¡se me sale el corazón, pero disimulo y sigo bailando, jajajaja!
¿Cómo caracterizaría su escritura?
Escribo de manera esporádica, porque soy lo más “anti método” que puede haber. No lo tomo ni como obligación, ni trabajo, ni deber; cuando quiero escribir, escribo. Para mí es un placer hacerlo y compartirlo. Me sale naturalmente, no es que yo decida o quiera escribir; simplemente “me sale”. Pero no me gustan los escritos largos, sino que las pocas líneas que plasmo son contundentes y con mucho contenido. Además, cuando comienzo a escribir, no tengo predefinido el contenido, sino que se va armando a medida que se va redactando. Por eso, es que primero escribo el poema y al final le coloco el título.
Es un medio de catarsis… ¿verdad?
Sí, mi escritura es un medio de catarsis, con más razón durante mi adolescencia, en la que fui educada para ser reprimida. No tuve amigos, no salía a bailar… no tuve adolescencia. Cuando me casé, a los 21 años, fue mucho peor y abandoné la escritura. Pero cuando me separé, comencé a hacer lo que realmente yo tenía ganas de mi vida y retomé espontáneamente esta pasión. Escribir fue lo que me salvó en muchos momentos de mi vida, cuando necesité tomar decisiones importantes.
¿Cuál de todos sus poemas puede tomarse como un ejemplo paradigmático?
“Carta a mi madre” fue un poema muy anecdótico. Con mi madre siempre tuve una relación amor/odio muy fuerte. Ella falleció y a mí me quedó una especie de resentimiento por su forma de criarme, tan oprimida. Pero una mañana, cuando aún estaba casada, estaba sola en mi casa, me desperté de dormir e inmediatamente busqué un papel y una birome para comenzar a escribirle a mi mamá, quien había fallecido hacía 13 años… todos esos años estuvo madurando la escritura de esa mañana. Mientras escribía, se me caían las lágrimas en un llanto silencioso y, cuando terminé, el resentimiento se me pasó… ¡La escritura es milagrosa! En ese momento me liberé del resentimiento y sólo me quedó el amor. Mi madre también escribía y, muchas veces, ella me llamaba para que yo escuche lo que había redactado.
Fuera de entrevista hablábamos que el significado de cada poema se termina de completar en el receptor…
Claro. Por eso no a todo el mundo le puede gustar lo que escribo, porque eso ya depende del receptor. Hasta puedo considerar positivo que, a quien lea mis escritos, no les guste o les resulte revulsivo, porque eso significa que he provocado sensaciones o “algo” en esa persona. El problema es cuando el lector es indiferente, entonces allí me planteo que quizás yo sea quien tiene el problema por no poder llegar a esa persona.
¿Por qué la poesía?
Porque así me nace (sonríe). A pesar de que mis poemas tienen rima y métrica, así me salen naturalmente, porque nunca me preocupo por esas cuestiones formales. Obviamente, siempre hago una releída de los escritos para “pulir” repetición de palabras o palabras que suenen mal al oído, pero la poesía en mí es algo espontáneo.
“Cual moscas”
Por: Ana F. Mazzei
Nos matan cual moscas, en cualquier terreno
bajo cualquier cielo,
Porque todas somos, un poder que avanza,
que clama justicia, que atropella miedos.
Ellos son tan débiles con su cruel machismo
Que no aceptan reglas que igualen los sexos
en cuanto a derechos, en cuanto a respeto.
Pero estoy segura, mujeres del mundo
que nuestras banderas libres como el viento
seguirán flameando con nuestras consignas
y nuestros deseos.
No somos objetos, ni somos desechos.
Amémonos mucho. Hagámonos fuertes, igual que el acero.
Y al igual que las moscas, pequeñas e inquietas
volemos constantes, quebrando prejuicios,
creando proyectos,
rompiendo estructuras que nos encasillan como trapos viejos.
Sigamos peleando con fiero coraje
y en algún momento de un mundo imperfecto,
pese a los escollos, sé que venceremos.