La Docta está de fiesta: 451 años de cultura, historia y tradición

La Córdoba tuya, mía y de todos está de cumpleaños. Después de tantos años de vida, ¿nos conocemos bien? ¿De qué estamos hechos los cordobeses? ¿Quiénes somos?. 451 años de vida, de pasión, de lucha y de revolución...feliz cumpleaños Córdoba!

 

Me dispongo a caminar por Córdoba de una forma diferente a la habitual. De pronto
el tiempo ya no vuela, solo camina, a la par de mis pasos y contemplando todo mi
alrededor. Me propongo disfrutar de los edificios antiguos, de su historia, de sus callecitas empedradas, sus pasajes y plazas. Volver a enamorarme de los pequeños detalles, de sus aromas y de su color. De la Córdoba en otoño y su música del alma.


Emocionarme escuchando su historia, y caminar con el pecho inflado, al recordar las gestas que nacieron en mi ciudad.  Pienso en el café que me tomaría con Salzano, a los pies de la Plaza San Martín, pidiendo que me recite un poema o quizá dialogando sobre fútbol o boxeo, o sobre arte y esas cosas que uno comparte en un bar, donde las horas pasan por la ventana como la vida.

Miro hacia arriba y contemplo la ciudad desde la altura, los edificios antiguos, los teatros Real y Libertador San Martín que adornan el centro y sus alrededores, y llenan de cultura a la docta, las inmensas iglesias y catedrales y el imponente Cabildo histórico vigilando la plaza.

Me cruzo con don Jerónimo Luis de Cabrera, siempre dispuesto, con la vista fija en
El Ruedo pero testigo fundamental del funcionamiento general de la ciudad. A sus
pies, tantas historias como cordobeses. En sus zapatos, la tierra a la que soñó ciudad. Recorro el Pabellón Argentina de la Universidad Nacional de Córdoba pensando en aquellos Jesuitas que izaron la bandera de la educación siendo pioneros en Argentina.

Pienso en la pasión del fútbol, en caminar por Alberdi pasando la Piojera y
disfrutando los murales antes de entrar al Gigante, o comerme un choripan en la
esquina de Jujuy y Calderón de la Barca después de ver a la gloria, o volver a
asombrarme una vez más por la inmensidad del Estadio Kempes repleto de hinchas de
Talleres.

Sueño con hacer el gol de mi vida en el arco de Córdoba. Me voy a gritar campeón al Patio Olmos con toda mi gente, el verde de Atenas en básquet, Nalbandian, Meolans, los guantes de “Falucho”, la velocidad de Raies o las hermanas Bardach y tantas pasiones como colores que despierta la ciudad.

Respiro el humor en la calle, heredado por los comechingones, donde la chispa siempre está encendida. Me parece escuchar algún que otro piropo de Jardín Florido a una transeúnte elegante que camina por ahí. Paseo por el Mercado Norte y disfruto del sol en La Cañada.

Me siento en algún bodegón a comer como lo hacía en la casa de la abuela, y sigo escuchando historias que se cuentan una y otra vez. Estoy caminando por la ciudad plasmada en los diarios Los Principios, La Libertad o la actual La Voz del Interior, a todo esto ya lo vi en canal doce y lo escuché en la LV2 y en Cadena 3.

Siento el tunga tunga en el corazón y en las piernas cuando pongo la Popu o la
Suquía, cuando paso por el Sargento Cabral o La Usina, hoy reconvertida en Plaza
de la Música. Camino por el puente Santa Fe y me cruzo con el Estadio del Centro,
patrimonio cultural del fernet con coca bien frío. Creo escuchar a La Mona cantando dentro de los autos que pasan, algunas veces a Rodrigo y otras a Chebere o Trulalá.

Recorro las calles bohemias de Güemes, de los estudiantes en Nueva Córdoba, el
Cerro de las Rosas siempre tan elegante, barrio General Paz y toda su historia. Bajo un poco hasta barrio Yapeyú, testigo de la historia que comenzó a escribirse hace 451 años.

Me canso de tanto cemento y me rodeo de verde en las sierras a minutos nomás del
mundo mortal. Su aire, sus cascadas, sus ríos y montañas, la diversidad en la
flora y fauna y su interminable encanto que hace curar cualquier pena y enfermedad con sólo venir a respirar.

Córdoba cuna de campeones del deporte y de la vida, motor industrial del país, de
la educación y la cultura, tan importante como maravillosa.
Cae la noche y me dejo atrapar por las historias que rodean a La Docta, los
cementerios tan emblemáticos y los fantasmas que vagan por las calles.

Me doy vuelta en cada esquina cuando camino de noche, no vaya a ser que me cruce con la
pelada de la cañada, me persigo un poco y creo escuchar los sollozos agudos de la llorona y hasta puedo distinguir, aunque no sé si es mi imaginación, al lobizón de San Vicente. Los cementerios se abren de noche para los turistas pero las almas aprovechan y salen, quizá a algún baile o asalto, o tal vez a transitar la ciudad que tantas veces disfrutaron y ahora le es ajena.

Desde sus orígenes, Córdoba ha sido testigo de grandes eventos, ha albergado a numerosas civilizaciones y ha dejado una huella imborrable en el corazón de aquellos que tienen el privilegio de llamarla hogar. No solo celebra su pasado glorioso, sino también mira hacia el futuro con esperanza y determinación. La ciudad que se reinventa continúa siendo un faro de cultura, historia y diversidad haciéndose camino hacia su quinto siglo de existencia.

Feliz cumpleaños Córdoba!

 

Por Ale Galvaliz