Por: Lic. Javier Alday
Toda historia de amor tiene un comienzo… en el caso de ustedes, ¿cómo se conocieron?
Fue hace muchos años… me lo presentaron en un cumpleaños de un amigo en común, que él y yo teníamos. Yo tenía 15 años y él 18. Nos conocimos ese día, y después de estar tres meses de novios, nos casamos en el Registro Civil de la Av. Colón. Creo que esto fue una decisión bien tomada. Cuando nos casamos, yo estaba estudiando en la secundaria. Antes, cuando una mujer se casaba, no podía seguir estudiando, pero yo seguí en la escuela y trabajaba, al igual que él, que lo hacía en una bodega. Si bien fue una vida de mucho sacrificio, también fue muy linda, porque éramos muy compañeros para las situaciones lindas, feas y para las macanas. Fue un apoyo mutuo constante.
Mencionaste la palabra “sacrificio”…
Sí, porque en esa época éramos gente muy joven que teníamos la responsabilidad de ayudar económicamente a nuestras familias y, muchas veces, no contábamos con la posibilidad para dar respuesta a esa necesidad. Si bien éramos jóvenes, debíamos estudiar, trabajar y cumplir con varias obligaciones.
En este proceso, viviste muy de cerca el nacimiento del artista, ¿verdad?
Yo lo conocí con todas las ganas de cantar. De hecho, él ya cantaba. Creo que él nació cantante, porque no fue a partir de un “redescubrimiento personal”. Él sabía decir que, cuando era muy chiquito, cada vez que le preguntaban qué iba a ser cuando sea grande, él respondía “cantante”. Desde que tenía tres años, siempre dijo que iba a ser cantante. Él nació cantante.
Pero como la mayoría, tuvo que empezar “desde abajo”…
Claro, él trabajaba en una bodega, porque iniciar como cantante no redituaba económicamente. Pero su carrera musical comenzó con Heraldo Bosio. Luego, decidió ser solista pero le fue mal y decidió ingresar a Trula. En ese momento, la banda andaba muy mal, hasta que hicieron “En aquel rincón”, lo que significó el éxito y despegue de Trula y eso le permitió a Edgar permanecer mucho tiempo en el grupo. Pero pasó un tiempo considerable para que el canto comenzara a redituarle.
¿Cómo continuó la relación de la pareja a partir de ese momento?
Yo le dije: “O salís a trabajar o salís a cantar”. Cantar también era un trabajo, pero del que todavía no se podía vivir. Entonces le propuse que él cantara y yo trabajara. Así estuvimos un tiempo, hasta que Trula comenzó a dar unos frutos terribles y a tener muy buen éxito. Entonces, allí se terminaron los problemas laborales. Calculo que todo artista debe tener un apoyo, sea de la familia, la pareja o de quien sea, sino, no se puede.
¿El éxito artístico interfirió en algún momento en el matrimonio?
Mientras él estaba en Trula, yo tenía un trabajo independiente. Pero cuando decidió hacerse solista, ese mismo día comenzamos a trabajar juntos: yo hacía todo, menos cantar (sonríe). Hay muchísimo trabajo atrás de un artista. Pero también hay que tener en cuenta que en ese tiempo, nuestros hijos –Gisella y Jorge – eran muy chicos y no nos podían acompañar todos los fines de semana, a todas las presentaciones de Edgar. Tampoco podría pedirle a mi mamá que se hiciera cargo de sus nietos todo el tiempo. Así que, con mucho pesar, durante algunos años trabajé junto a Gary, pero sin abandonar el hogar y la crianza de los hijos. Gracias a Dios, tuvimos una familia bastante responsable. Entonces, el trabajo de él no intervino negativamente en nuestro matrimonio; al contrario, lo fortaleció.
Un verdadero “Ángel”
¿Qué es lo que más recordás de Edgar?
Lo que más recuerdo es el despertar de todos los días, su compañía… Extraño el papá y jefe de mi hogar. Un hogar es una institución y, en esta institución, él era el jefe absoluto. Extraño su compañerismo, sus consejos, se extrañan tantas cosas… extraño al hombre, no al artista. La sociedad extraña al artista, pero yo extraño al hombre.
¿Recordás alguna anécdota junto a Edgar, que te despierta una sonrisa?
Muchas… pero una en particular. Estábamos en la casa de mis abuelos en Uruguay. Cuando nosotros íbamos hacia allá, él se relajaba mucho. Un día me dijo, “vamos a la playa” y yo lo acompañé. Una vez en la playa, yo comienzo a tomar sol y él se sentó en la arena a leer un libro. Estaba tan concentrado leyendo, que no se dio cuenta que se le había acercado un perro enorme para orinarlo en la espalda; yo empecé a reírme, mientras el gritaba: “!Tonta, cómo te vas a reír! Entonces fue al mar para lavarse… mientras se enjuagaba, ¡lo mordió una aguaviva! Entonces decidimos volvernos a la casa de mis abuelos. Cuando llegamos, él abrió el portón de la cochera tan fuerte que se le rompió en la mano. Definitivamente, ese no había sido su día, jajaja. Si bien él rezongaba, también se reía.
Además de lector, también disfrutaba de escuchar música… ¿qué géneros o artistas disftutaba?
Era muy amplio y variado. Pero su banda preferida era una de Irlanda llamada “Totys”, de la cual ya no quedan registros ni en Internet. También escuchaba mucho a Queen, Leo Matioli, Tina Turner, Elton John…
¿Se escuchaba él mismo?
Se escuchaba muy poco, pero lo hacía sólo para perfeccionarse. Si entrabas a nuestra casa y escuchabas su música, era porque algún defecto le había encontrado y estaba rezongando por algo. Era detallista al extremo. Todos me dicen: “Vos tuviste la suerte de ser su esposa y trabajar con él”; yo no sé si fue una suerte… yo sé que aprendí muchas cosas, pero era una persona tan detallista y exigente con el trabajo, que nos exigía hasta quedarnos sin sangre. Daban ganas de llorar de tanto que exigía, a todo el mundo: músicos, empresarios, a mí… era un tipo que llegó a tener éxito porque también tuvo muchísimas cualidades propias de su personalidad.