“La vida no es felicidad permanente”

La reconocida y prestigiosa psicopedagoga cordobesa, autora de numerosos libros y columnista de diversos programas de televisión, compartió sus pensamientos sobre la crianza de los hijos desde el amor, el tiempo y los límites.

¿Por qué cada vez cuesta más ponerle límites a los hijos?
El límite es una consecuencia del amor, cuando uno ama de verdad y quiere lo mejor para los hijos, el límite aparece, porque ni todo es posible, ni todo se puede tener, ni todo puede ser ya. Así que cuando hay muchos problemas con los límites y los padres son máquinas de decir “no” y de poner penitencia, lo que hay que revisar es la cara del amor. Hay que ver cómo es el tiempo amoroso con los hijos, cuánto es, de qué calidad es. Cuando yo hablo de encuentro amoroso y de la calidad del tiempo, implica que papá y mamá estén sin pantallas, sin celulares en la mano, interesados de verdad por lo que al niño le pasa en su vida, en la escuela ó con sus amigos.

¿Falta más amor y dedicación?
Yo no diría que está faltando amor en el sentido de

que los padres no quieren a sus hijos o están en una

posición cómoda para que se eduquen prácticamente

solos, no diría eso. Diría que los tiempos del afuera

nos están robando los tiempos del amor y que a veces

estamos colapsados, cansados y tercerizamos la

crianza en las pantallas porque es más cómodo. Pero

eso se puede batallar, de eso hay que salir, porque los

chicos realmente necesitan una presencia humana,

papá y/o mamá; que los mire como valiosos, que los

haga sentir como lo más importante de la vida, y que

pongan palabras en ese mundo que los avasalla en el

cual están, que pongan filtros, que acompañen en las

preguntas y acompañen en las búsquedas. Creo que

hoy lo que está en dificultad es el amor, el tiempo,

pero no porque no amemos, sino porque hay poco

tiempo para ese encuentro, poco tiempo relajado,

poco tiempo dónde nada importe más que estar con

el otro.

¿Por qué crees que la nueva generación de niños se

aburre tan rápido y quiere todo “ya”?

Para mí, las dificultades de atención en la escuela y el

famoso aburrimiento tienen muchísimo que ver con

esta exposición excesiva a la tecnología que les da

una atención “zapinezca”, una sensación de que

apretando botones pueden solucionar todo y pueden

cambiar la imagen cuantas veces quiera solamente

haciendo un “clic”. Entonces los chicos están así,

hiper excitados, hiper estimulados y llegan a la

escuela y se aburren, porque con un “doble clic” no

va a desaparecer la maestra, la maestra sigue ahí, con

el mismo rostro, con la misma voz y no se la

puede “zapinear”. Los hemos acostumbrado a un tipo

de exposición tan fugaz, tan momentánea, tan poco

profunda, donde todo puede pasar sin durar, sin

sostenerse, sin profundizar. Entonces entre eso y la

soledad que hay en muchísimas casas donde los

chicos están mucho tiempo solos, maduran precozmente

porque tienen que resolver situaciones sin el

auxilio de los adultos. Esas maduraciones precoces

no son demasiado buenas porque el niño es un niño y

no tiene que quemar esa etapa.

¿Cómo explicas tu concepto de que “La familia

debería educar para que la escuela pueda

enseñar”?

Obviamente que cuando uno habla de

educación, habla primero de la familia.

Cuándo uno dice que el niño es “maleducado”

no piensa en la escuela a la que fue,

piensa en la familia de la que salió, la familia

educa para que la escuela enseñe, es así.

La familia debe entregar niños educados a la escuela

para que la escuela pueda enseñar; niños con organizadores

básicos, niños que sepan de tiempos, de

espacios y de límites. Niños que reconozcan la

existencia del otro como un prójimo semejante pero

también diferente. Si eso no lo hace la familia, a la

escuela se le complica mucho el aula.

En tu consultorio, muchos padres te preguntan:

“¿Mi hijo es feliz?”… ¿Qué les respondes?

Cuando un padre me pregunta si su hijo es feliz, le

pregunto qué concepto de felicidad tiene, porque si la

felicidad para adultos es que los niños nunca lloren,

nunca se angustien, bueno, le tendrán que decir sí a

todo, le tendrán que dar con todos sus caprichos y

calmar todas sus rabietas con “cosas”, con juguetes,

golosinas, compras, celulares, etc. De ser así, tendremos

el niño más maleducado del mundo. La vida no

es felicidad permanente en ninguna edad, por

supuesto que queremos niños con muchos momentos

de felicidad y alegría, pero a sabiendas que la frustración

existe, el dolor existe, no se transita la infancia

sin dolores físicos, espirituales y emocionales; los

chicos sufren el nacimiento de los hermanos, sufren de

enfermedades, sufren las discusiones de los padres,

sufren mudanzas, sufren las decisiones que los adultos

toman sobre la vida de ellos. Entonces, es muy

ingenuo decir: “Yo quiero que mi hijo sea feliz, total la

vida después lo va a hacer sufrir”. El sufrimiento nace

desde el momento que nacemos o sea, hay que poder

con él y hay que aceptar las frustraciones, el “no” y la

espera, y que por momentos sientan que no lo pueden

tener todo ni cuando ellos lo quieran.-