“La vida es un camino de aprendizaje, de amor y amargura. Solo los valientes, los que tienen coraje, pueden llegar más lejos. Solo aquellos que aceptan la vida y luchan, que nunca abandonan, que encaran los obstáculos sin miedos, solo aquellos que tienen el coraje de vivir, aprovechan la vida y se llenan de ella”. El coraje, dice Yibrán Jalil Yibrán (conocido como Khalil Gibran en su relato breve de “Coraje”), lo es todo en la vida y tiene razón:
La vida es coraje: Sin duda, algo que nos ha quedado bastante claro es que la vida no es sencilla. Es un lugar inhóspito, lleno de obstáculos y dificultades. Es un aprendizaje, un camino de amor y amargura. Aquellos que deciden andar por ella de puntillas, con miedo a tropezar, a caer, o a que le hagan daño, no la podrán aprovechar desde la alegría, sino que lo harán siempre desde el temor.
Romper el cascarón: Todos comenzamos la vida protegidos. Por una familia o un adulto que vela por nosotros. Pero un día, llega el momento de lanzarse a la vida, de ‘romper el cascarón’. Nadie puede vivir nuestra vida, dice Gibran. Por eso, una vez que somos conscientes de que es nuestra y tenemos las riendas, de que debemos tomar el mando y dirigir nuestros pasos, es cuando comenzamos realmente a vivir. Y esto, precisa mucho coraje. Muchos aciertos y errores. Muchas dudas y emociones. Muchas frustraciones y recompensas. Y todo ello es lo que va llenando nuestro camino y lo que realmente nos enriquece.
El miedo, nuestro gran enemigo: Sin duda, tenemos un gran enemigo en nuestra vida. Es el miedo ‘malo’ (existe un ‘miedo’ bueno que nos protege de los peligros, el de la prudencia). El miedo que amordaza nuestro coraje y nos impide dar un paso decisivo por miedo a tropezar o a equivocarnos. Ese miedo nos impide avanzar, nos ata. Y debemos aprender a reconocerlo y a dominarlo. Solo así seguiremos avanzando por el camino de la vida.
Cuando el dolor detiene nuestro camino: “Una herida que debe sanar, precisa de un alto en el camino, un periodo de luto. Tal vez no cure nunca, pero sí podrá cicatrizar”. El dolor, el sufrimiento, necesita un periodo de ‘luto’. Una herida que debe curar, precisa de una pausa en el camino. El coraje queda latente, adormecido, a la espera de que el dolor pase y la herida, aunque no cure, cicatrice. En ese momento, la rueda vuelve a ponerse en marcha y el coraje se reactiva, con un poco menos de ímpetu quizás, por la reciente mala experiencia, pero avanza, al fin y al cabo, y nos ayuda a seguir avanzando en la vida.