Perdió a su hija y transformó ese dolor en un Comedor para niños carenciados

El nombre que lo bautiza no fue tal desde el inicio y allí radica una de las motivaciones más fuertes para continuar con esta tarea. Natalia Tula (39 años) es quien abrió este espacio, pero en el año 2019, sufrió la pérdida de su hija recién nacida “Jaylén” y, lejos de abandonar todo, transformó ese dolor en fuerzas. Ella junto a un grupo de amigos y colaboradores, son el sostén fundamental de este espacio de contención social que funciona desde el año 2018. Aquí nos relata su historia.

El año pasado, fui a un control médico, en el mes de mayo, y tuve la noticia que estaba embarazada de 21 semanas, de mi sexto hijo. Al mes siguiente, nos dieron la noticia que era una nena y que el embarazo era de alto riesgo. Con todos los cuidados, controles y estudios correspondientes, a las 30 semanas de embarazo me internan con pérdida y, a las 31 semanas (6 de agosto 2019), nace mi hija Jaylén. Desde ese momento y hasta el día que falleció, con mi marido Rubén, nos dedicamos por completo sólo a ella. El 8 de agosto la operaron del esófago y salió todo bien. Los médicos nos decían que era lento el proceso y que había que tener paciencia, pero cada vez que entrábamos a verla, la veíamos con tantas ganas de vivir que nos ilusionábamos y preparábamos todo en casa para recibirla. Íbamos todos los  días a verla, nos quedábamos hasta que nos decían que nos teníamos que ir.

El día de mi alta, fue durísimo dejarla ahí y volver a casa con mis brazos vacíos. Pasábamos muchas horas con ella en el neo; disfrutábamos verla despierta, de los pucheros que nos hacía cuando nos teníamos que ir, como si entendiera… y nos agarraba el dedo. Las enfermeras nos decían que solo lo hacía cuando estábamos nosotros a su lado. El cambiarla, levantarla y que nos mirara reconociéndonos, era algo indescriptible. Durante esos días, llegaba la 1 de la madrugada y cerrábamos nuestro negocio, tan angustiados que nos íbamos a verla. El guardia ya sabía que a esa hora llegábamos; éramos los únicos que íbamos tantas veces nos decían. Después que ya la veía dormidita, me volvía a mi casa más tranquila. El 18 de agosto, a la madrugada, nos avisaron que fuéramos, porque Jaylén se había puesto mal y aproximadamente a las 5 de la madrugada, estando nosotros ahí, nos avisaron que su corazoncito había dejado de latir.

Hoy puedo contarte que no volví a ser la misma persona. Mi hija se llevó la mitad de mi vida… mi felicidad. Hoy, parte de mi dolor, lo enfoco en el comedor, a los niños que necesitan de nuestra ayuda.

 

 

 

 

“Hoy, parte de mi dolor, lo enfoco en el comedor, a los niños que necesitan de nuestra ayuda”

 

Mucho más que un comedor…

El comedor funciona desde el año 2018. Empezó todo, viendo la necesidad de los niños de la zona. Cuando a mi me internan, pedí a Paola (una de las cuatro personas que lleva adelante el comedor hoy), que por favor se hiciera cargo de todo y que el comedor no se cerrara, porque había niños que lo único que comían en el día era lo que dábamos en el comedor. Respetando esa decisión, el comedor siguió funcionando con normalidad y todos los colaboradores (en ese momento éramos varios, porque no había pandemia) siguieron asistiendo y poniendo lo mejor. Cuando fallece Jaylén, a Ariel (otro de los que impulsó el comedor) se le ocurrió que este lugar podía llevar el nombre de mi bebé y todos coincidimos.

El comedor está ubicado en calle Francisco Suárez 3600, de barrio Sargento Cabral y funciona los días lunes y viernes a las 20hs, como comedor y sábados 17hs, como merendero. También de día, si alguien necesita abrigo, se busca de las donaciones y se le entrega. En un comienzo, les dábamos sólo a niños y a adultos mayores, pero desde la pandemia, empezamos a recibir a familias completas, siempre dando prioridad a niños y abuelos. En estos momentos asistimos entre 380 y 420 personas.

Para mí, el comedor es vida, le pongo todas mis ganas y le dedico muchas horas de mi tiempo con todo el amor. Cada una de las personas que formamos parte de esto, los que estaban y los que estamos, dejamos gran parte de nuestra vida acá: las 2 mujeres que quedamos, dejamos nuestro hogar, nuestros hijos, para poder estar acá, pero nuestras familias saben que es entregar amor desde el lugar que podemos a gente que lo necesita.

Para colaborar, ahora más que nunca

A futuro tenemos muchas ganas de poder poner algún profesor, para que los niños practiquen algún deporte y algún profe para que les de gimnasia a los adultos mayores o clases fe folklore.  En este momento, estamos terminando de techar para recibir lo mejor posible a todos cuando pase todo esto del coronavirus.

En cuanto a los alimentos que brindamos, los obtenemos a través de donaciones, y lo que nos falta, lo compramos con mi marido, junto a la otra pareja que está en este momento con nosotros (Paola y Franco) o pedimos asistencia a la “Fundación compromiso por la justicia social”, que siempre que pueden, nos dan una mano. Pero en lo posible, nos arreglamos y caminamos la zona pidiendo donaciones. Por eso, quien pueda darnos una mano, todo con lo que puedan ayudarnos nos es útil: desde alimentos no perecederos hasta carne, verdura, ropa… cualquier cosa que haya en una casa en desuso, a alguna familia le puede ser útil.

Más info: 351 5494183 (Natalia) o 351 3749289 (Paola)