¿Qué hacemos con Maradona?

A un mes de su partida, te dejamos la reflexión del Licenciado Mauricio Coccolo, Periodista de Cadena 3.

Por: Lic. Mauricio Coccolo
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Qué hacemos con Maradona nos define. Su figura imponente y expansiva durante años se multiplicó hasta el infinito en un mundo muy distinto del actual. Diego Maradona fue muchos, miles, y tuvo tantas vidas dentro de su vida que le alcanzó para dejar un pedacito a cada uno de quienes lo recuerdan. Todos tenemos nuestro propio Maradona. Incluso
los que no lo querían tienen el suyo.

Quienes conocieron de cerca a Diego Armando Maradona coinciden en una definición de Fernando Signorini, histórico preparador físico del “10”: “Con Diego iría al fin del mundo, pero con Maradona ni a la esquina”. Jorge Valdano recuperó la frase y le agregó sentido: Diego fue una víctima de los elogios despiadados, “un hombre que, por su condición de genio, dejó de tener límites desde la adolescencia y que, por su origen, creció con
orgullo de clase”.

Qué Maradona elegimos nos define tanto a nosotros como a él. No parece casual que
Lionel Messi haya decidido homenajearlo con la camiseta de Newell’s modelo ‘93.
Messi eligió al Diego de su infancia, donde dicen que está la verdadera patria. Y la patria de Messi es aquella, la del nene que soñaba con ser como su ídolo.

“Diego Maradona fue muchos,
miles, y tuvo tantas vidas dentro
de su vida que le alcanzó para
dejar un pedacito a cada uno de
quienes lo recuerdan.
Todos tenemos nuestro propio
Maradona. Incluso los que no lo
querían tienen el suyo”

Tampoco parece una casualidad que “Los Pumas” hicieran lo que hicieron con Maradona. Quién puede juzgarlos por su forma de sentir. Si todo lo que les salió fue ponerse una cinta negra como señal de luto y asistir con cierta indiferencia a lo que hacían sus rivales eso es lo que eligieron ser. ¿Está bien reclamarles otra actitud? ¿Estaban obligados a hacer otro tipo de homenaje? ¿Y si no lo sentían? Lo curioso es que la postura les duró hasta que revisaron las redes sociales en sus teléfonos celulares.

Cada uno es libre de elegir su propio Maradona y hacer con él lo que mejor le parezca. Elijo quedarme con el Maradona del Mundial ´94, el del grito de gol contra Grecia, corriendo hacia la cámara para decirle al mundo que ahí estaba, que había resucitado una vez más. Para toda una generación aquel fue el primer Maradona y al mismo tiempo el último.

Lo vimos volver: su figura recortada trotando en el horizonte de la tardecita pampeana, las gotas de transpiración chorreando cuando estrujaba la camiseta. Australia, primero. Estados Unidos, después. Su golazo final con la Selección. La enfermera que se lo llevó para siempre. Y el telón que se bajó cortándole las piernas.