Era de madrugada de 2019 cuando la rutina se rompió para siempre. Sebastián Amarillo (36 años) estaba trabajando en un depósito cuando un accidente le provocó una grave lesión en una de sus piernas. Lo que parecía una situación más dentro de una jornada agitada terminó en una amputación que marcaría un antes y un después en su vida. Tenía apenas 32 años y, de golpe, el mundo se volvió un lugar más incierto.
Durante los primeros días, todo fue oscuridad. En su casa, rodeado de silencio, Sebastián se enfrentó con el vacío más grande: el de no reconocerse, el de no saber si volvería a caminar, si podría seguir siendo “él”. La pierna que faltaba era también una parte de su identidad que se desmoronaba. Pero entre la desesperación y el dolor, apareció una luz: la voz de su papá, su sostén, quien lo impulsó a no quedarse en el fondo del pozo.
Un golpe que cambió el rumbo
Su recuperación fue física, pero sobre todo emocional. Las primeras prótesis llegaron con miedo, con pasos torpes, pero también con determinación. En cada avance se escondía una batalla. Sebastián empezó a entrenar, primero para volver a sentirse fuerte, luego para reencontrarse con el hombre que alguna vez fue. El gimnasio se transformó en su segunda casa, en un lugar donde las miradas no eran de lástima sino de admiración.
“Mi prótesis es parte de mí, pero no me define…
Para mí, no importa lo que falte en tu cuerpo, sino tu determinación”
El crossfit fue su cable a tierra. Lo que al principio parecía un imposible, terminó siendo una herramienta poderosa para fortalecer su cuerpo y, sobre todo, su mente. Cada levantamiento de pesas, cada movimiento funcional, cada gota de sudor lo acercaba un poco más a una versión mejorada de sí mismo. “Mi prótesis es parte de mí, pero no me define… Para mí, no importa lo que falte en tu cuerpo, sino tu determinación”, diría más tarde en una charla motivacional.
“El ejemplo de muchos”
Cuando falleció su papá, Sebastián sintió que algo dentro de él se quebraba, pero también entendió que tenía que honrar esa voz que nunca lo dejó caer. Fue entonces cuando se animó a mostrarse públicamente, a contar su historia, a subir a las redes sus entrenamientos con la prótesis a la vista. Lo que al principio fue una forma de canalizar el dolor, terminó siendo un puente para llegar a los demás.
Su participación en competencias y eventos deportivos lo colocó en la mirada de muchos. Pero más allá de las medallas, lo que más valora son los mensajes que recibe: personas que, al ver su historia, deciden salir a pelear la suya. “Viniste al gimnasio y me diste ganas de volver”, le dijeron una vez. Esa frase, tan simple y poderosa, le confirmó que su proceso de sanación también podía ser colectivo.
“Tuve miedo. Dudé. Pensé en rendirme. Pero un día entendí que no vine a este mundo a esconderme… vine a luchar y a inspirar. Perdí una pierna, pero gané una causa. Hoy entreno no solo por mí, sino por todos los que están librando una batalla. Si yo pude, vos también podés. No estás solo. Representamos a los que no se rinden”, remarca “Seba”, todo un ejemplo de resiliencia y superación.
Hoy, Sebastián no solo es un atleta con prótesis. Es un referente de resiliencia, un ejemplo de lo que significa reconstruirse desde las ruinas. En cada charla que da, en cada entrenamiento que sube, en cada historia que comparte, deja claro que la superación no es un destino, sino un camino que se elige todos los días.
“Mi vida se caracteriza por el esfuerzo, persistencia, afrontamiento y jamás eludir la adversidad siempre consciente del momento siendo optimista. Hoy más que nunca, estoy dispuesto a ayudar a quien más lo necesite y aprender de la vida misma”, asegura.
“Tuve miedo. Dudé. Pensé en rendirme. Pero un día entendí que no vine a este mundo a esconderme… vine a luchar y a inspirar. Perdí una pierna, pero gané una causa. Hoy entreno no solo por mí, sino por todos los que están librando una batalla. Si yo pude, vos también podés. No estás solo. Representamos a los que no se rinden”
No romantiza el dolor. Habla de él con honestidad, con crudeza. Pero también con una sonrisa que demuestra que la vida, incluso con cicatrices, puede ser plena. “No soy invencible, solo aprendí a no rendirme”, dice con la certeza de quien atravesó la tormenta y ahora puede caminar o correr bajo el sol, y grita a los cuatro vientos: “Hoy estoy orgulloso de lo que veo en el espejo. Mi prótesis me recuerda quién soy y a dónde voy”.
“No soy invencible, solo aprendí a no rendirme. Hoy estoy orgulloso de lo que veo en el espejo. Mi prótesis me recuerda quién soy y a dónde voy”
En sus redes, sus seguidores lo llaman “el ejemplo de muchos”. Pero Sebastián prefiere definirse como alguien común, que un día se cayó muy fuerte… y decidió levantarse. Hoy, sus pasos tienen un sonido distinto, metálico, firme. Son los pasos de alguien que aprendió que no importa cuántas veces uno caiga, sino cuántas veces elige volver a levantarse.
Más info: @sebas_amarillo