Ale y Mir son una pareja oriunda de Bariloche, quiénes ya aburridos de su vida convencional decidieron emprender viaje rumbo a lo desconocido.
El estilo de vida “rodantero” nunca estuvo en sus planes, ella trabajaba como empleada en el rubro comercial y él era profesional del área de la construcción.
Su compañero de cuatro ruedas, “El Chasqui”, es el legado del papá de Mir. El vehículo estaba frenado, y con mucho esfuerzo pudieron acondicionarlo para emprender el recorrido que nacería en Bariloche y tiene como destino final alguna ciudad de México.
“Una cosa que hacíamos era aprovechar los saberes de otros, por ejemplo, si conocíamos a alguien que hacía aceites esenciales, o artesanías locales, se las intercambiamos por algún objeto que teníamos. Revalorizamos el trueque”, cuentan mientras intercambian unos mates.
Sus preocupaciones disminuyen en el camino, y si algo sucede trabajan sin prisa para que se soluciones. Por dentro, el Chasqui es único. Tiene un amanecer pintado sobre los asientos delanteros, una cocina diminuta y esencial. Todo acomodado para ser esencial.
“Se aprende a aprovechar los recursos disponibles. No gastás de más y te las ingenías. La imaginación empieza a volar mucho más”
Día a día, Ale y Mir suben al Chasqui, nombre que refiere a los mensajeros de la realeza inca. Desde Bariloche hacia la Patria Grande esperan conocer otras culturas y formas de vida. Confiensan con cierta ternura en la voz que extrañarán los afectos, amigos y familia. Aún así, el brillo en sus ojos los ayudará a alcanzar su sueño: aprender en el camino.