En una tarde helada de Tierra del Fuego, surgió el punto de partida inesperado. Pablo Imhoff, que ya sabía lo que era moverse en moto desde su primera travesía en Gilera por Argentina y las Malvinas, decidió que la próxima frontera sería Alaska. Vendió sus pertenencias, dejó su trabajo de óptico en Rosario y se arrojó a la arena de los viajeros, con poco más que su pasión y una Honda C90 modelo 1992 bautizada “Econo” o “EconoPower” adaptada con alforjas de cuero, baúl de madera y una toma de 12 V.
“La EconoPower es parte de mí. No me lleva, me acompaña”, afirmó el rosarino de 27 años de edad.
La moto era mínima en cilindrada, pero enorme en espíritu. 90 cc para atravesar la Ruta 40, ascender al Angosto de Jujuy bajo vientos huracanados o meditar sobre el salar de Uyuni, donde celebró un cumpleaños acampando bajo el cielo andino. Cada kilómetro fue una lección de humildad: mecánicas improvisadas en Perú, espera por moto varada en Río Gallegos y contratiempos administrativos en Estados Unidos tras cruzar la frontera.
Esta moto de baja cilindrada, con más de 50.000 kilómetros recorridos, es el vivo reflejo de su filosofía de “viajar ligero” y en contacto directo con la naturaleza. “La EconoPower es parte de mí. No me lleva, me acompaña”, afirmó.
Cinco años, quince países y una pasión sin freno
Durante los cinco años y medio de travesía, Pablito documentó todo en su canal de YouTube, hoy con 1,5 millones de seguidores. Repetía que la 90 cc da la libertad de una bici y el poder de un motor, y que su estilo de viaje consistía en ir ligero, en contacto con la naturaleza y la gente. Esa conexión humana se plasmó en cada país: desde la ayuda en reparaciones en Colombia hasta amistades espontáneas en casas de ruta centroamericanas.
La pandemia alteró los planes justo en Ushuaia: pasó un año varado, se transformó en un “Especialista del Fin del Mundo” y aprendió a convivir con la nieve, el canal Beagle y el silencio de la soledad. Pero esa pausa también le otorgó visión: tiempo para diseñar el resto del camino, entender los vales y desafíos que le esperaban, y fortalecer su convicción.
Al atravesar Centroamérica, el Tapón del Darién fue una muralla natural. El rechazo en Nicaragua le obligó a enviar la moto por camión desde Costa Rica y continuar él en avión, para luego reencontrarse con la “Econo” en Honduras. Cada frontera fue un reto: papeleo, restricciones, y hasta un pinchazo en un pueblo remoto de Alaska donde tuvo que pagar 150 USD por una cámara de repuesto.
Desde el fin del mundo hasta la última frontera
La llegada a la icónica señal “Welcome to Alaska” fue pura emoción. Tras 50.000 km, atascos burocráticos y espera en aduanas, Pablo sintió una calma profunda: “supertranquilo” y con la certeza de haber conquistado más que un continente. Allí, planea seguir hasta Prudhoe Bay y quizás más allá, hasta Deadhorse, donde termina toda ruta terrestre.
“La meta era Alaska, pero el verdadero destino fue aprender a valorar cada paso. Este viaje no fue de 50 mil kilómetros, fue de miles de momentos. No es una carrera, no es una hazaña. Es un viaje hacia adentro”.
El final del “Proyecto Alaska” es también un punto de partida. En redes, Pablo agradeció a sus seguidores: “¡Gracias a todos los que formaron parte de este sueño!”.
Su vida hoy es nómade, editando videos, respondiendo a miles, y alentando a otros a perseguir sueños. Dice que cada viaje es una forma de conocerse y aprender: “fue la mejor decisión de mi vida”.
“La meta era Alaska, pero el verdadero destino fue aprender a valorar cada paso. Este viaje no fue de 50 mil kilómetros, fue de miles de momentos. No es una carrera, no es una hazaña. Es un viaje hacia adentro. ¡Gracias a todos los que me empujaron con palabras, abrazos, mates y mensajes! No llegué solo”, expresó emocionado en sus redes.
Esta crónica no habla de récords, sino de cómo, con una moto chiquita, tiempo y voluntad, se puede trazar un camino inmenso. Desde Ushuaia hasta Alaska, en 90 cc y con el corazón acelerado. Una historia que acelera los sueños de quienes aún no se animan a trepar a una moto y pensar que no hay frontera que no pueda cruzarse-.
Más info: Pablito Viajero