A bordo de un Nissan Tiida, una pareja argentina recorre América junto a sus mascotas

Romina y Patricio transformaron la rutina en libertad sobre ruedas, con la compañía incondicional de Camilo y Kuki, sus hijos de cuatro patas que los acompañan en cada destino. Hoy se encuentran en Venezuela y sueñan con llegar a Alaska, sorteando desafíos, kilómetros y fronteras.


A veces, los cambios más profundos comienzan con una simple decisión: animarse. Eso fue lo que hicieron Romina (45 años), nacida en Bell Ville (Córdoba) pero rosarina por adopción, y Patricio (50), oriundo de Rosario, quienes un día, hace ya dos años, dejaron atrás el departamento, los horarios fijos y la vida rutinaria para emprender una aventura que bautizaron como Patitas Ruteras: viajar junto a sus dos hijos adoptivos de cuatro patas, su perro Camilo y su gato Kuki (ambos rescatados), sin fecha de retorno y con un destino tan lejano como emocionante: Alaska.

Su proyecto nació del deseo de libertad. Con su auto Nissan Tiida modelo 2009 cargado de sueños y las mochilas repletas de expectativas, emprendieron el camino sin un vehículo camperizado ni comodidades especiales. Pero no viajan solos: los acompañan sus compañeros de cuatro patas, quienes se convirtieron en la brújula emocional de esta travesía.

En cada ciudad que pisan, la comunidad viajera les tiende una mano. Forman parte de distintos grupos de ayuda al motero y al ciclista, donde viajeros de toda América se conectan para ofrecer alojamiento, un plato caliente o un espacio donde cocinar y descansar. “Llegamos a un lugar, avisamos y siempre hay apoyo. A veces es la casa de una familia motera, otras una posada destinada a recibir a quienes recorren el continente”, destaca la pareja.

“Patitas Ruteras nos sacó de la vida rutinaria que llevábamos, nos liberó y nos llenó el alma. Nuestra misión es disfrutar el día a día, sin presiones, ni plazos ni rutina”.

Un viaje que transforma

El presente los encuentra en Venezuela, recorriendo sus rutas y absorbiendo la calidez de su gente. Pero los planes ya están en marcha para el próximo gran salto: atravesar la frontera marítima hacia Panamá. Un desafío tan estratégico como costoso.

En Colombia vendían a razón de 120 empanadas por día y ahora en Venezuela, ofrecen alfajores argentinos en los negocios y tienen mucha aceptación.
“Durante el semestre anterior, estuvimos en Perú, Ecuador y Colombia  y vendíamos  empanadas caseras con carne de res, tipo salteñas y les agregábamos chimichurri como para darle un toque bien argentino”, comenta “Romi”.


A su vez, para financiar el cruce del auto —que deberá ir por barco mientras ellos viajan en avión— están organizando sorteos en Argentina, Colombia y Venezuela, sumando sponsors, alianzas y el apoyo de seguidores que ya consideran parte de esta gran familia viajera.
“Calculamos que más o menos, entre vuelos y cruzar en ferry, debemos reunir unos 5 mil dólares”, revela.

El viaje no es solo turismo: es aprendizaje, vínculos, solidaridad. Es descubrir que el camino está lleno de manos abiertas. Es comprobar, una vez más, que la libertad tiene sabor a ruta infinita y que la vida puede ser mucho más que la seguridad de una rutina.

“La gente de Venezuela es lo más amorosa y solidaria que existe. Estamos de posada en posada a cambio de publicidad, nos prestan una cabaña para descansar después de vender día a día en los negocios y los fines de semana tratamos de dedicarnos a conocer, que es lo más enriquecedor de este viaje”, destaca “Pato”.

Cada recodo del mapa deja huellas imborrables: la sonrisa de un niño curioso, la historia de un inmigrante, las noches de conversación con nuevos amigos. Los paisajes cambian, pero el sentimiento es el mismo: la certeza de estar donde quieren estar.

“La gente de Venezuela es lo más amorosa y solidaria que existe. En Perú, Ecuador y Colombia vendíamos empanadas caseras, pero ahora en Venezuela, vendemos alfajores argentinos y les encantan”

“Patitas Ruteras nos sacó de la vida rutinaria que llevábamos, nos liberó y nos llenó el alma”, cuentan emocionados. El horizonte sigue creciendo frente al parabrisas, y con él, los sueños de llegar al extremo norte americano.

“Nuestra misión es disfrutar el día a día. Queremos que la gente sepa que se puede, que hay otra forma de vivir y no pensar en llegar a fin de mes. En este tipo de travesía tu cabeza se maneja diferente, sin presiones ni plazos ni rutina”, comentan los aventureros.

Hoy, su destino final tiene nombre propio: Alaska. Pero el verdadero viaje sucede cada día, en las rutas, en los encuentros y en las patitas que los acompañan moviendo la cola.
Porque a veces, para encontrar el hogar, hay que salir a buscarlo por el mundo.

Más info: Patitas Ruteras