Por: Ernesto “Turco” Maluf
Miguel Muñoz ya descansa en paz, ya está armando canchitas, divirtiendo a los niños y a las niñas, y dirigiendo en el cielo. Lamentablemente, se fue una de esas personas que deberían vivir por siempre por su calidad humana, por su humildad, por su impronta, por su sabiduría, por su forma de ser, de pensar y de vivir. Se fue un laburante del fútbol infantil, un defensor a ultranza de los derechos de los niños. Se fue un verdadero maestro, un ser muy querido, respetado, valorado y admirado por propios y extraños. Un hombre que vivía por y para los chicos, y que respiraba EFUL las 24 horas del día.
“Educar no es sermonear a los chicos, sino ayudarlos a crecer. El niño no te escucha todo el tiempo: te observa… Somos como una pecera. Y les podés decir muchas cosas, pero ellos ven cómo te comportás, cómo actuás, qué valores ponés en juego. Porque los valores no se enseñan, sino que se transfieren”, expresaba el Profesor Miguel, el Papá de Miguel, Iván, Luciano y María; el amor de Graciela Eulalia (su difunta mujer) y Silvia, su inseparable compañera; y el abuelo de Lucas, Agustina, Nazarena, Germán, Ignacio, Martina, Francesca, Joaquín y Luciana.
Formando personas a través del juego
“Los niños te sorprenden diariamente y en EFUL somos fieles a nuestra forma de educar a los chicos a través del juego, porque el niño siempre está dispuesto a jugar, a divertirse y uno tiene que aprovechar el fútbol para educarlos… Aquí se enseñan destrezas, se educan modales y se forman personas. En eso estamos y nunca vamos a salirnos de esta línea”, remarcaba una y otra vez el Profe Miguel, nacido en Los Cerrillos, Departamento San Javier (Córdoba), el 17 de noviembre de 1944.
“Yo soy un afortunado. No sé cuántas personas pueden decir que tienen amigos y amigas de 7 años, de 9 años, de 11 años, de 20 años, de 30 años ó de 50 años. Yo tengo amigos de todas las edades”. Y sí, él se sentía afortunado por tener amigos de todas las edades pero sus preferidos eran justamente los niños: “Nosotros nos encargamos de fortalecer los vínculos con sus semejantes, internalizamos valores y comenzamos a formarlos en el juego con la libertad necesaria para que crezcan a través de él, siempre exigiendo compromiso, primero con la pelota; segundo con el juego; y jamás con el resultado. Luego el tiempo dirá cuan buenos jugadores puedan llegar a ser”.
Además, comentaba: “El niño solamente debe soportar la presión del juego, nada más. No la presión externa del padre o del técnico. A la presión la va a tener él. Por ejemplo: El rival no lo va a dejar jugar, el 3 no lo deja desbordar a nuestro 11, que el 6 no lo va a dejar patear al arco a nuestro 9… Es decir, esas son las presiones que el niño debe aprender a superar por cuenta propia, porque cuando estos niños crezcan, esas presiones son las que van a tener en su vida diaria, en su trabajo, con sus estudios secundarios o universitarios, con su familia, con su pareja, con sus hijos, con su salud, etc. Yo siempre le digo que no revienten la pelota a cualquier lado, sino que se hagan cargo de ella, que la sepan tratar bien, que no se la saquen de encima, que jueguen, que asuman riesgos y que aprendan a equivocarse, porque después en la vida van a tener que enfrentar problemas o situaciones adversas, y no van a solucionar las cosas tirándolas a cualquier lado.”
Miguel estuvo al frente de la EFUL hasta el año 2019, tras la mudanza del viejo y añorado predio de B° Poeta Lugones a B° Los Boulevares. Actualmente, la Escuela continúa funcionando en las sedes de Padre Claret, San Pedro Apóstol y Les Courts, bajo la coordinación de los Profes Juan y Agustín, quiénes tomaron la posta y recibieron el legado en 2020.
Tal era el vínculo y la relación que logró construir Miguel con sus alumnos que a todos les dejó una marca, una huella imborrable y un amor incondicional. Así quedó demostrado el triste día de su velorio, cuando los campeones de la categoría 2005 en Sunchales(en el Torneo del año 2016 bajo su dirección técnica), sin dudarlo, con mucha emoción y como muestra de afecto, decidieron regalarles sus camisetas en modo de homenaje. Todo un ejemplo más del cariño que sentían los chicos por el gran Profe Miguel. Es que él no era solo un Maestro o un simple Profesor de Fútbol, era un abuelo, un padre, un compañero fiel, un amigo y un consejero de todo el mundo.
Una verdadera Familia
Miguel fue entrenador en las divisiones formativas de los clubes Defensores Juveniles, Huracán de B° La France y Alas Argentinas; trabajó en el Colegio Juvenilia; pero su lugar en el mundo siempre fue EFUL, su amada Escuela de Fútbol, la cual con más imaginación, esfuerzo y pasión que recursos, consiguió crearlaallá por el 9 de mayo de 1986. Pero no solo hizo realidad el sueño de la Escuela propia, sino que fue más allá, y logró conformar una Gran Familia “Naranja”, con un enorme sentido de pertenencia. “En EFUL somos una comunidad integrada por los entrenadores, niños y padres, donde la cordialidad, el respeto, el cariño, la generosidad y el crecimiento armónico son los pilares fundamentales de nuestra Escuela”, afirmaba una y otra vez, sumamente orgulloso, junto a su amada Silvia, su otra mitad y la “mejor administradora del mundo” (como él le decía).
Y eso quedaba plasmado en los viajes a Laguna Larga, Embalse o Sunchales, y todos los fines de semana, cuando familias enteras se vestían de “Naranja” para acompañar y alentar a sus hijos, detrás de la enorme figura del Profe Miguel que no paraba de brindar y regalar lecciones y enseñanzas no solamente de fútbol sino de vida para todos. Allá por el año 2017 decidió incluir a las Mami Fútbol y empezó a darles clases con la misma dedicación, atención y cariño que lo hacía con los niños. “La pelota es como la mujer, hay que tratarla bien, con cariño, quererla, cuidarla… sino se manda a mudar”, sostenía en cada entrenamiento de fútbol femenino.
A su vez, nunca se olvidó del barrio ni de su entorno ni del prójimo, y emprendió diferentes acciones y campañas solidarias con la ayuda de los niños, los padres y los vecinos: Donando leche, juguetes y ropa a comedores, merenderos, hospitales y familias carenciadas; y hasta se dio el gusto de armar un partidito para que los abuelos de la “Casa de los Sabios” de B° Marqués de Sobremonte pasaran una tarde divertida y diferente viendo jugar a las categorías 2004/05. Es que no todo era y es fútbol en la vida.
Así era Miguel, un ser humano sencillo, tranquilo, que brillaba con luz propia, que siempre tenía la palabra justa, que no paraba de trabajar con frío, calor o lluvia, y que tenía un corazón enorme, siempre al servicio de los demás, brindándose al máximo por todos.
Misión cumplida
“Soy un afortunado por la fidelidad de tanta gente, por la confianza en nuestros valores y principios en este recorrido. Porque los principios aparecen, como bien dice la palabra, al comienzo de la vida. Y yo dediqué gran parte de mi vida a los niños, al crecimiento a través del juego… Ésta es mi misión y yo siento que vine al mundo para esto”, afirmaba… Y vaya que cumplió con creces su misión porque no solo formó a los chicos sino también a los grandes con valores como: la humildad, el respeto, la verdad, el juego limpio, el orden, el compromiso, la responsabilidad, la generosidad, la solidaridad, la amistad, la disciplina y el amor por la pelota y el prójimo, entre tantos otros.
Es cierto, el Profe Miguel se despidió “físicamente” pero por todo lo que hizo, generó, contagió, vivió y transmitió será eterno, y perdurará en la memoria y en el corazón de todos los que tanto aprendimos a quererlo, valorarlo y admirarlo. ¡Hasta siempre Profe! ¡Gracias por tanto! ¡Te vamos a extrañar y recordar eternamente!