En la Escuela Antonio del Viso, un proyecto transformó el aula en un laboratorio científico

Curiosidad, juego e investigación se conjugaron en el proyecto de ciencias del colegio de B° San Martín. Con dinosaurios, megafauna e insectos como protagonistas, los estudiantes de 2° y 3° Grado vivieron una experiencia educativa transformadora.

En la escuela Antonio del Viso, ubicada en el corazón del B° San Martín, el timbre no marcó el inicio de una clase cualquiera. Desde las aulas hasta el patio, cada rincón se volvió parte de una expedición científica. Los estudiantes de segundo y tercer grado se calzaron la bata imaginaria de científicos y se sumergieron en un proyecto educativo que los invitó a descubrir el mundo animal desde una mirada investigativa y activa.

Todo comenzó con una pregunta: ¿qué queremos aprender sobre los animales? La curiosidad infantil hizo el resto. Los de segundo grado eligieron mirar hacia atrás en el tiempo: los dinosaurios y la megafauna fueron el hilo conductor de su viaje por la prehistoria. Los de tercero, en cambio, posaron su lupa en lo diminuto: insectos de todas las formas, colores y comportamientos captaron su atención y se convirtieron en objetos de estudio.

Este proceso fue más que una secuencia de contenidos escolares. A lo largo de varias semanas, los chicos desarrollaron habilidades propias del método científico: formularon hipótesis, observaron detalles, clasificaron especies, tomaron notas, redactaron informes y compartieron sus conclusiones. No estuvieron solos: las docentes del grado, junto a la profesora del programa “Maestro + Maestro”, diseñaron propuestas que potenciaron cada etapa del recorrido.

El trabajo en equipo fue clave. No solo entre alumnos y docentes, sino también entre pares. Las preguntas surgieron de manera espontánea y se enriquecieron con el intercambio. ¿Cómo vivía un gliptodonte? ¿Por qué los insectos tienen tantas patas? ¿Qué comían los dinosaurios herbívoros? A cada interrogante, una búsqueda, una lectura, una experiencia para conectar los saberes con el mundo.

La escuela Antonio del Viso se transformó en un verdadero laboratorio de curiosidad y aprendizaje. Los estudiantes de 2° y 3° Grado llevaron a cabo un proyecto sobre animales a través de un enfoque científico y participativo.

Un aula convertida en laboratorio vivo

Las investigaciones no quedaron entre las paredes del aula. Hubo salidas al patio para observar insectos en su hábitat natural y una visita especial al Museo Provincial de Ciencias Naturales Dr. Arturo Illía, donde los estudiantes se maravillaron con fósiles reales y maquetas de criaturas extintas. Estas experiencias directas les permitieron comprobar que el aprendizaje también se vive, se toca y se pregunta más allá del pizarrón.

Además, los chicos consultaron libros de divulgación científica, enciclopedias, fotos y videos. Se apropiaron de un lenguaje nuevo, más técnico pero también más preciso. Aprendieron a nombrar lo que veían, a relacionar conceptos, a distinguir especies. Lo que al principio parecía un juego de roles se convirtió en una auténtica práctica científica.

El gran final llegó con la Feria de Ciencias institucional, realizada el 28 de agosto. Ese día, la escuela se vistió de gala. Los pasillos se llenaron de maquetas, láminas, carteles y entusiasmo. Las familias, los docentes y los compañeros de otros grados recorrieron los stands donde los pequeños científicos compartieron, con orgullo y soltura, todo lo que habían aprendido.

Los estudiantes desarrollaron, progresivamente, distintas habilidades: observación detallada, clasificación, descripción, planteo de anticipaciones y redacción de registros y toma de notas. Cada paso fue una oportunidad para afianzar la curiosidad y el pensamiento crítico.

Cada exposición fue el reflejo de un proceso lleno de sentido. Más que memorizar datos, los estudiantes construyeron conocimientos propios. Aprendieron a escuchar, a explicar, a entusiasmar a otros con sus descubrimientos. Y lo hicieron con la naturalidad de quien sabe que aprender puede ser una aventura emocionante.

El proyecto demostró que la ciencia no está reservada solo para los laboratorios universitarios. Está también en el aula, en el patio, en la biblioteca, en el museo… y en la mirada curiosa de un niño que pregunta “¿por qué?” y no se conforma con una sola respuesta.

En la escuela Antonio del Viso, los dinosaurios y los insectos despertaron algo más que conocimiento: despertaron vocaciones, talentos y un modo de mirar el mundo con ojos inquietos. Porque cuando la escuela se anima a innovar, la ciencia deja de ser materia y se vuelve experiencia. Y, sin dudas, eso deja huella.

Más info: Av Cornelio Saavedra 619 – B° San Martín / Instagram: antoniodelviso