Cada 1° de enero marca un nuevo comienzo. Nos llenamos de buenos deseos, de intenciones y propósitos para alimentarnos bien, hacer ejercicio, aprender cosas nuevas, plantear proyectos, metas, etc. El año luce frente a nosotros como un lienzo en blanco que podemos pintar a nuestro antojo. A pesar de las dificultades que aparecen en el camino y la pandemia, tenemos la capacidad para seguir la vida con ilusión, con aspiraciones y metas. De seguir viviendo con alegría. De eso se trata vivir.
Ojalá toda esta energía del nuevo año nos lleve a todos también a pensar en cómo podemos aportar más a la sociedad; cómo podemos generar más empatía y menos críticas; tirar buenas vibras y no malas ondas… En fin, cómo ser mejores agentes de cambio porque un pequeño acto individual puede tener un profundo impacto a nivel global.
El Segundo Violín
Precisamente, hace unos meses, en el Diario El País de España apareció una carta de una madre a la directora de dicho medio de comunicación, en la que contaba que la máxima aspiración de su hija era ser segundo violín en una orquesta. El título era ‘La felicidad del segundo violín‘, y decía que el sueño de su hija no era ser la violinista principal, sino el violín de apoyo que hace que la orquesta completa logre transformar las notas musicales en una sinfonía.
Por un lado, la carta invitaba al debate sobre cómo el mundo en el que vivimos premia a quiénes levantan la mano, a quiénes figuran, a los protagonistas de las historias. Pero por el otro lado, y mucho más importante, reflexionaba sobre la importancia de los roles y la acción colectiva para lograr resultados. Todos los instrumentos de la orquesta son necesarios. Jamás la sinfonía sonaría igual sin esos segundos violines, sin el triángulo o los platillos, aunque su papel sea tocar solo un par de veces durante el concierto.
Agentes del cambio que queremos ver en el mundo
Hay labores discretas que sirven de apoyo a quienes muestran la cara en el momento de la acción. En un equipo de fútbol, en un coro, en un trabajo, en un Centro Vecinal… cada aporte cuenta, y sin la presencia, la dedicación, el compromiso, el trabajo y la función de
cada uno de sus integrantes no se lograría un buen resultado. Lo mismo en la sociedad.
Pretender que solo los líderes –los violinistas principales o los directores de orquesta– logren construir el país que queremos es una quimera. Es por eso que debemos convertirnos definitivamente en los agentes de cambio que queremos. Y eso implica
ser segundos o terceros violinistas.
Contribuir a la esperanza
Aportemos desde lo que sabemos hacer y desde el lugar que nos toque para construir una mejor sociedad, para terminar con la desconfianza, la negatividad y la famosa “grieta” que reina, pero sobre todo para estar más unidos y fuertes. Un pequeño acto individual puede tener un profundo impacto a nivel global. Ser conscientes de ello nos anima a volvernos más solidarios, empáticos y generosos. Que este año que comienza nos planteemos de qué manera podemos contribuir a generar esperanza, para que entre todos vayamos perfeccionando la sinfonía que queremos oír.-