“Rodando historias”: A bordo de su bicicleta, el mundo es su hogar

“Rodando historias”, es el nombre que sintetiza el espíritu y travesía de Juan Ignacio Bettolli, un joven de 33 años quien recorrió y recorre el mundo en bicicleta.

Por: Lic. Javier Alday

rodando historias

Tras desandar miles de kilómetros en varios continentes, actualmente Juan Bettolli de “Rodando Historias“, espera en su casa de B° Parque Vélez Sarsfield poder retomar, en algunos meses, sus aventuras en dos ruedas y pisar caminos africanos.

“El 29 de marzo del año 2019, en Beijing, China, me subí a una bicicleta con la que recorrí 12 mil kilómetros a través de Mongolia, la república de Altái en Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán y finalmente Irán. A partir de allí, la aventura comenzó”, relata Juan Ignacio, quien explota el máximo potencial de su bicicleta, para recorrer caminos y senderos inéditos, recónditos y maravillosos en todo el mundo. Su cámara fotográfica es su fiel compañera y los habitantes locales de cada geografía, son sus aliados.

¿Cuáles fueron tus motivaciones para emprender tantas aventuras en bicicleta?

Los motivos que me llevaron a subirme a esa bici, fueron el deseo de independencia y libertad, sin tener que depender de un tercero para movilizarme. Eso decantó, sin lugar a dudas, del deseo por conocer las diferentes culturas de la mano de sus propios protagonistas, la gente local y hacer saber cómo llevan el día a día, aprender de sus costumbres y creencias.

¿En algún momento dudaste si realmente ese deseo iba a ser posible?

¡Claro que sucedió, el segundo día! Estaba empujando los 57kg de mi bicicleta, atravesando las montañas con la Gran Muralla China de testigo, cuando pensé que me había metido en una pesadilla, que cómo iba a hacer para recorrer todos esos kilómetros y ni hablar de atravesar la cordillera del Pamir, con pasos de montaña de hasta 4600 metros. Pero me metí en la cabeza que acá no estaba para probarle nada a nadie y esto era de un día a la vez.

A rodar y a rodar…

¿Cómo te preparaste física y mentalmente para cada una de tus travesías?

La verdad es que no hubo ninguna preparación previa, hacia un año que no hacia deportes, más que trekkings y, de hecho, nunca fui de andar en bici prácticamente. Mentalmente fue el hecho de que tenía todo el día para pedalear y que en el momento que me cansara, todo lo que tenía que hacer era armar mi carpa y descansar.

¿Qué características tiene tu bicicleta?

La bicicleta no es nada especial. Es un cuadro de cicloturismo de acero al cromo, lo cual permite una postura más cómoda al momento de pasar muchas horas pedaleando, al igual que el manillar mariposa, que permite muchas posturas para las manos, con ruedas de gravel rodado 28 y frenos tradicionales con balancín.

Viajes a lo inesperado

Claramente, son viajes que buscan trascender sólo a lo paisajístico, ¿verdad?

A la velocidad que una bicicleta, de casi 60 kilos, te permite avanzar, sin duda disfrutas del paisaje, perdiéndote en él y hasta siendo parte de esa inmensidad. Ahora bien, la bici creo que te daba ese plus de poder acercarte a la gente desde un punto sencillo y humilde, no había llegado ahí en algún vehículo costoso, lo había hecho a pulmón y eso las personas lo ven y las predispone de otra manera, genera una empatía y curiosidad que facilita entablar un vínculo. Crea una predisposición que derriba cualquier barrera idiomática y yo buscaba principalmente eso, aprender de su día a día, de las culturas.

¿Algunas anécdotas?

¡Un montón! Fui invitado a un ritual con chamanes y compartir un almuerzo; fui operado
de apendicitis en Mongolia, con la suerte de haber hecho un amigo que era oriundo de esa ciudad un mes atrás, quien me ayudó en todo y más. Hasta pasar mi cumpleaños con una familia nómade que vivía en un oasis en el desierto y convivir tres días con ellos, todas sin duda son especiales. La verdad es que aprendes que la gente está ahí para darte una mano cuando hace falta, para reírse con vos. Son tus amigos, te das cuenta que todo tiene una solución, para cada inconveniente no hay más que un cambio de planes, a la vez que comprobás las pocas cosas que necesitas para vivir.

¿Qué mensaje te gustaría dejar?

Que las personas se animen, que lo intenten y luchen por sus sueños. El miedo siempre va a estar presente antes de dar un gran paso y enfrentarnos a lo desconocido y es más fácil quedarse en la comodidad que arriesgarse. Pero ese miedo va a ser muy pequeño, comparado con la eternidad de preguntarnos qué hubiese ocurrido si lo intentábamos. La frontera más grande es la de nuestra mente, somos el límite.

Más información: Instagram @rodandohistorias